24 mars 2010

APUNTES SOBRE ANARQUISMO / NOTES SUR L'ANARCHISME. Noam Chomsky


Noam Chomsky
Noam Chomsky, 1970
Publicado en For Reasons of State (1973)

Un escritor francés, simpatizante anarquista, escribió en la década de 1890 que "el anarquismo se mueve dentro de un espectro muy amplio: al igual que el papel, lo aguanta todo", incluso -indicó- cosas que "un enemigo mortal del anarquismo no habría podido hacer mejor".1 Ha habido muchas líneas de pensamiento y actuación que han sido calificadas de "anarquistas". Sería vano tratar de encuadrar todas esas divergentes tendencias en el marco de una ideología o teoría general. E incluso si procediéramos a extraer a partir de la historia del pensamiento libertario una tradición viva, en evolución, tal como hace Daniel Guérin en Anarchisme, sigue siendo difícil formular sus doctrinas en la forma de una concreta y específica teoría de la sociedad y de los cambios sociales. El historiador anarquista Rudolf Rocker, que nos presenta una concepción sistemática del desarrollo del pensamiento anarquista hacia el anarcosindicalismo, siguiendo una orientación semejante a la de la obra de Guérin, pone las cosas en su sitio cuando dice que el anarquismo no es

"un sistema social fijo, cerrado, sino una tendencia clara del desarrollo histórico de la humanidad, que, a diferencia de la tutela intelectual de toda institución clerical y gubernamental, aspira a que todas las fuerzas individuales y sociales se desenvuelvan libremente en la vida. Ni siquiera la libertad es un concepto absoluto, sino sólo relativo, ya que constantemente trata de ensancharse y de afectar a círculos más amplios, de las más variadas formas. Para los anarquistas, la libertad no es un concepto filosófico abstracto, sino la posibilidad concreta de que todo ser humano pueda desarrollar plenamente en la vida las facultades, capacidades y talentos de que la naturaleza le ha dotado, y ponerlas al servicio de la sociedad. Cuanto menos se vea influido este desarrollo natural del hombre por la tutela eclesiástica o política, más eficiente y armoniosa se volverá la personalidad humana, dando así buena muestra de la cultura intelectual de la sociedad en que ha crecido.2

Uno podría preguntarse qué interés puede tener estudiar "una tendencia clara en el desarrollo histórico de la humanidad" que no da lugar a una específica y pormenorizada teoría social. En efecto, muchos comentaristas desdeñan el anarquismo por utópico, informe, primitivo o, en todo caso, incompatible con las realidades de una sociedad compleja. Sin embargo, podría argumentarse de manera muy diferente: aduciendo que en cada estadio de la historia hemos de preocuparnos por erradicar aquellas formas de autoridad y opresión que han sobrevivido a su época y que, si bien entonces pudieron haber tenido una justificación por motivos de seguridad, supervivencia o desarrollo económico, ahora acrecientan más que alivian la penuria material y cultural. De ser así, no existirá ninguna doctrina del cambio social fija, válida para el presente y el futuro; ni siquiera, como no podría ser de otro modo, una idea concreta e inalterable de las metas hacia las que los cambios sociales deberían tender. Sin duda, nuestra comprensión de la naturaleza del hombre o de la gama de formas viables de sociedad es tan rudimentaria que cualquier doctrina con pretensiones de dar razón de todo ha de observarse con gran escepticismo, el mismo que debemos aplicar cuando oímos que "la naturaleza humana" o "imperativos de eficacia" o "la complejidad de la vida moderna" exigen esta o aquella forma de opresión y un mando autocrático.

No obstante, en cada época concreta hay sobradas razones para desarrollar, en la medida en que nuestro entendimiento lo permita, una específica realización, acorde a los retos del momento, de esa tendencia clara del desarrollo histórico de la humanidad. Para Rocker, "el reto que se le presenta a nuestra época es la liberación del hombre de la condena de la explotación económica y la esclavización política y social"; y el método no es ni la conquista del Estado y el ejercicio de su poder, ni el entontecedor parlamentarismo, sino que, por el contrario, consiste en "reconstruir la vida económica de los pueblos desde la base, edificándola en el espíritu del socialismo."

Mas sólo los productores mismos pueden llevar a cabo esta tarea, ya que son el único factor de la sociedad creador de valor a partir del cual puede surgir un futuro distinto. Suya ha de ser la tarea de liberar al trabajo de las cadenas con que la explotación económica lo aprisiona, la tarea de liberar a la sociedad de todas las instituciones y mecanismos del poder político y de abrir el camino para una alianza de grupos de hombres y mujeres libres, basados en el trabajo cooperativo y en una administración planificada de las cosas en interés de la comunidad. Preparar a las masas trabajadoras del campo y la ciudad para este gran objetivo y hacer de ellas una fuerza militante y unida es el objetivo único del anarcosindicalismo moderno; en él se agotan todos sus propósitos. [P. 108]
En cuanto socialista, Rocker daría por hecho "que la auténtica, final y completa liberación de los trabajadores sólo es posible bajo una condición: la apropiación del capital, esto es, de las materias primas y de las herramientas de trabajo, incluida la tierra, por el conjunto de los trabajadores"3En cuanto anarcosindicalista, insiste además en que, en el periodo prerrevolucionario, las organizaciones de los trabajadores crean "no sólo las ideas, sino también los hechos del futuro", encarnando ellos mismos la estructura de la sociedad futura, y aguarda esperanzado la revolución social que acabará con el aparato del Estado y expropiará a los expropiadores. "Lo que ponemos en lugar del gobierno es la organización industrial."
Los anarcosindicalistas tienen la convicción de que un orden económico socialista no puede crearse a través de los decretos y leyes de un gobierno, sino sólo mediante la colaboración solidaria de los trabajadores que con sus manos y su inteligencia operan en cada particular ramo de la producción; esto es, mediante la asunción de la dirección de todas las plantas por los trabajadores mismos, de tal forma que los diferentes grupos, plantas y ramos de la industria sean miembros independientes del organismo económico general y se encarguen sistemáticamente de la producción y distribución de los bienes en interés de la comunidad, basándose en libres acuerdos mutuos. [p. 94]
Rocker escribía eso en el emocionante momento en el que tales ideas habían sido llevadas a la práctica en la Revolución Española. Justo antes del estallido de la revolución, el economista anarcosindicalista Diego Abad de Santillán había escrito:
...al afrontar el problema de la transformación social la revolución no puede considerar al Estado como un medio, sino que ha de apoyarse en la organización de los productores.

Nosotros hemos seguido esta norma y no vemos necesidad alguna de que, con el fin de establecer un nuevo orden de cosas, hayamos de suponer la existencia de un poder superior al trabajo organizado. Agradeceríamos que se nos indicara qué función, si acaso hubiera alguna, podría desempeñar el Estado en una organización económica en la que la propiedad privada ha sido abolida y en la que no hay lugar para el parasitismo y los privilegios especiales. La supresión del Estado no puede producirse esperando a su languidecimiento; debe ser tarea de la revolución acabar con el Estado. O bien la revolución pone la riqueza social en manos de los productores, en cuyo caso los productores se organizan por sí mismos con vistas a la distribución colectiva, o bien la revolución no pone la riqueza social en manos de los productores, en cuyo caso la revolución ha sido un engaño y el Estado continuará existiendo.

Nuestro consejo federal de economía no es un poder político, sino un poder regulador económico y administrativo. Su orientación viene determinada desde abajo y opera de acuerdo con las resoluciones de las asambleas regionales y nacionales. Es un órgano de enlace y nada más.4

Engels, en una carta escrita en 1883, expresaba su desacuerdo con esta idea del modo siguiente:
Los anarquistas plantean las cosas al revés. Afirman que la revolución proletaria debe comenzar echando abajo la organización política del Estado (...) Pero destruirla en ese momento significaría la destrucción del único órgano mediante el cual el proletariado victorioso puede afianzar su recién conquistado poder, mantener a raya a sus adversarios capitalistas y llevar a cabo la revolución económica de la sociedad, sin la cual esa victoria acabará inevitablemente en una nueva derrota y en una masacre de los trabajadores, tal y como sucedió en la comuna de París.5
Por contra, los anarquistas -y con particular elocuencia, Bakunin- adviertieron del peligro de la "burocracia roja", que se mostraría como "la mentira más vil y terrible que ha sido urdida en nuestro siglo." 6 El anarcosindicalista Fernand Pelloutier se preguntaba: "¿Acaso el Estado transitorio al que hemos de someternos ha de ser necesaria y fatalmente una cárcel colectivista? ¿No puede consistir en una organización libre, limitada exclusivamente por las necesidades de la producción y el consumo, desaparecidas ya todas las instituciones políticas?"7

No pretendo yo conocer la respuesta a esta pregunta. Pero parece claro que, a menos que de alguna manera la respuesta sea afirmativa, las oportunidades para una revolución verderamente democrática no son muchas. Martin Buber expuso el problema de forma sucinta cuando escribió: "Nadie puede razonablemente esperar que un arbolillo, una vez transformado en un palo de golf, continúe echando hojas."8 La cuestión de la conquista o destrucción del poder del Estado era para Bakunin el asunto primordial que le separaba de Marx.9 De una u otra forma, desde entonces el problema ha surgido repetidas veces a lo largo del siglo, dividiendo a los socialistas en "libertarios" y "autoritarios".

Pese a las advertencias de Bakunin en relación a la burocracia roja, y su cumplimiento bajo la dictadura de Stalin, obviamente cometeríamos un burdo error si interpretáramos los debates de hace un siglo como si tuvieran su origen en las reivindicaciones de los actuales movimientos sociales. Concretamente, es una perversidad observar el bolchevismo como "marxismo en la práctica". Por el contrario, mucho más atinada es la crítica izquierdista al bolchevismo que toma en consideración las cicunstancias históricas que rodearon la Revolución Rusa.10

El movimiento obrero izquierdista antibolchevique se opuso a los leninistas porque no aprovecharon suficientemente los levantamientos que tuvieron lugar en Rusia, a fin de perseguir objetivos estrictamente proletarios. Quedaron prisioneros de su entorno y utilizaron al movimiento radical internacional para satisfacer necesidades específicamente rusas, que pronto vinieron a identificarse con el Partido-Estado bolchevique. Los aspectos "burgueses" de la Revolución Rusa quedaban ahora al descubierto en el bolchevismo mismo: el leninismo era considerado parte de la social-democracia internacional, distinguiéndose de esta última únicamente por cuestiones tácticas.11
Si tratáramos de buscar una sola idea rectora dentro de la tradición anarquista, la hallaríamos, a mi juicio, en lo expresado por Bakunin cuando, refiriéndose a la Comuna de París, se identificó a sí mismo como sigue:
Soy un amante fanático de la libertad, considero que es la única condición bajo la cual la inteligencia, la dignidad y la felicidad humana pueden desarrollarse y crecer; no la libertad puramente formal concedida, delimitada y regulada por el Estado, un eterno engaño que en realidad no representa otra cosa que el privilegio de algunos fundado en la esclavitud del resto; no la libertad individualista, egoísta, mezquina y ficticia ensalzada por la Escuela de J.J. Rousseau y otras escuelas del liberalismo burgués, que entiende que el Estado, limitando los derechos de cada uno, representa la condición de posibilidad de los derechos de todos, una idea que por necesidad conduce a la reducción de los derechos de cada uno a cero. No, yo me refiero a la única clase de libertad que merece tal nombre, la libertad que consiste en el completo desarrollo de todas las capacidades materiales, intelectuales y morales que permanecen latentes en cada persona; libertad que no conoce más restricciones que aquellas que vienen determinadas por las leyes de nuestra propia naturaleza individual, y que no pueden ser consideradas propiamente restricciones, puesto que no se trata de leyes impuestas por un legislador externo, ya se halle a la par o por encima de nosotros, sino que son inmanentes e inherentes a nosotros mismos, constituyendo la propia base de nuestro ser material, intelectual y moral: no nos limitan sino que son las condiciones reales e inmediatas de nuestra libertad.12
Estas ideas tienen su origen en la Ilustración; sus raíces se encuentran en el Discurso acerca de la desigualdad de Rousseau, en las Ideas para un intento de determinar los límites de la acción del Estado de Humboldt, en la insistencia de Kant, al defender la Revolución Francesa, en que la libertad es condición previa para adquirir madurez en relación a la libertad, y no un regalo que se obtiene una vez se ha alcanzado dicha madurez. Con el desarrollo del capitalismo industrial, ese nuevo e imprevisto sistema de injusticia, es el socialismo libertario el que ha preservado y difundido el mensaje humanista radical de la Ilustración y las ideas liberales clásicas, luego pervertidas para servir de sustento a una idelogía destinada a mantener el orden social emergente. En realidad, partiendo de los mismos supuestos que llevaron al liberalismo clásico a oponerse a la intervención del Estado en la vida social, las relaciones sociales capitalistas son igualmente intolerables. Esto se ve con toda claridad, por ejemplo, en la clásica obra de Humboldt Ideas para un intento de determinar los límites de la acción del Estado, precursora de Mill, al que quizá sirvió de inspiración. Esta obra clásica del pensamiento liberal, concluida en 1792, es en su esencia, aunque de forma prematura, profundamente anticapitalista. Sus ideas hubieron de ser suavizadas, hasta volverse prácticamente irreconocibles, a fin de transmutarlas en una ideología del capitalismo industrial.

La visión de Humboldt de una sociedad en la que las ataduras sociales son sustituidas por vínculos sociales y el trabajo es asumido libremente, nos recuerda al joven Marx y sus reflexiones acerca de la "alienación del trabajo cuando éste es externo al trabajador (...) no es parte de su naturaleza (...) [de tal modo que] no se realiza en su trabajo, sino que se niega a sí mismo (...) se agota físicamente y se degrada mentalmente", trabajo alienado que "a unos trabajadores los hace regresar a un tipo de trabajo bárbaro y a otros los convierte en máquinas", despojando al hombre de algo "característico de su especie" como es "la actividad consciente y libre" y la "vida productiva". Igualmente, Marx concibe "una nueva clase de ser humano que necesita de sus congéneres". [La asociación de los trabajadores viene a ser] "el esfuerzo real y constructivo de crear el tejido social de las futuras relaciones humanas."13 No puede negarse que el pensamiento liberal clásico, como consecuencia de premisas de hondo calado acerca de la necesidad humana de libertad, diversidad y libre asociación, se opone a la intervención del Estado en la vida social. Bajo esas mismas premisas, las relaciones de producción capitalistas, el trabajo asalariado, la competitividad, la ideología del "individualismo posesivo", etc., han de observarse como fundamentalmente inhumanas. El socialismo libertario ha de ser considerado con toda propiedad el heredero de las ideas liberales de la Ilustración.

Rudolf Rocker describe el anarquismo moderno como "la confluencia de las dos grandes corrientes que durante y desde la Revolución Francesa han encontrado expresión muy característica en la vida intelectual de Europa: socialismo y liberalismo". Los ideales liberales clásicos, afirma Rocker, se fueron a pique bajo el peso de la realidad de las formas de la economía capitalista. El anarquismo es necesariamente anticapitalista ya que "rechaza la explotación del hombre por el hombre". Pero el anarquismo también rechaza "la dominación del hombre sobre el hombre". Insiste en que "el socialismo será libre o no será de ninguna manera. En reconocer esto estriba la genuina y profunda justificación para la existencia del anarquismo."14 Desde este punto de vista, puede decirse que el anarquismo es la rama libertaria del socialismo. Ésta es la perspectiva de Daniel Guérin al abordar el estudio del anarquismo en Anarchisme y en otras obras.15 Guérin cita a Adolf Fischer, que decía que "todo anarquista es socialista, pero no todo socialista es necesariamente anarquista." Del mismo modo, Bakunin, en su "manifiesto anarquista" de 1865, el programa de su proyectada fraternidad revolucionaria internacional, sentó el principio de que todo miembro debe ser, en primer lugar, socialista.

Un marxista consecuente ha de oponerse a la propiedad privada de los medios de producción y a la esclavitud salarial, propias de este sistema, como incompatibles con el principio de que el trabajo debe asumirse libremente y permanecer bajo el control del productor. Como Marx explica, los socialistas persiguen una sociedad en la que el trabajo sea "no sólo un medio de vida, sino también la mayor necesidad vital"16, algo imposible cuando el trabajador está dirigido por una autoridad externa o precisa algo más que su propio impulso: "ninguna forma de trabajo asalariado, aun cuando haya alguna menos odiosa que otra, puede acabar con la miseria del trabajo asalariado mismo."17 Un anarquista consecuente se opondrá no sólo al trabajo alienado sino también a la embrutecedora especialización del trabajo que tiene lugar cuando los medios para desarrollar la producción

...mutilan al trabajador convirtiéndolo en un fragmento de ser humano, lo degradan haciendo de él un apéndice de la máquina, aniquilan con la penosidad del trabajo el sentido de éste, arrebatan al trabajador las potencialidades intelectuales del proceso de trabajo en la medida en que a éste se le incorpora la ciencia como potencialidad independiente...18
Marx no pensó que esto fuera algo inevitablemente unido a la industrialización, sino una característica de las relaciones capitalistas de producción. La sociedad del futuro debe ocuparse de "reemplazar el trabajador especializado de hoy (...) reducido a un mero fragmento de ser humano, por el individuo completamente desarrollado, apto para una diversidad de trabajos (...), para el cual las diferentes funciones sociales (...) no son sino diversas maneras de dar rienda suelta a sus propias capacidades naturales."19 Para ello, es requisito previo la abolición de las categorías sociales de capital y trabajo asalariado (por no hablar de los ejércitos industriales de los "Estados obreros" o de las diversas formas de totalitarismo desde la aparición del capitalismo). La reducción del hombre a un apéndice de la máquina, una herramienta especializada de la producción, podría en principio superarse, en vez de agravarse, mediante un adecuado desarrollo y uso de la tecnología, pero no bajo las condiciones de un control autocrático de la producción por parte de aquellos que hacen del hombre un instrumento al servicio de sus fines particulares, prescindiendo -por utilizar la expresión de Humboldt- de los objetivos individuales de éste.

Los anarcosindicalistas aspiraban a crear, incluso dentro del capitalismo- "asociaciones libres de productores libres" que se implicaran en la lucha militante y se prepararan para asumir la organización de la producción sobre bases democráticas. Estas asociaciones servirían de "escuela práctica de anarquismo".20 Si la propiedad privada de los medios de producción no es más que, utilizando la frase de Proudhon tantas veces citada, una forma de "robo" -"la explotación del débil por el fuerte"21-, el control de la producción por una burocracia estatal, por buenas que sean sus intenciones, tampoco crea las condiciones para que el trabajo -manual e intelectual- pueda convertirse en la mayor necesidad vital. Por consiguiente, ambas deben ser superadas.

En su ataque contra el derecho al control privado o burocrático de los medios de producción, el anarquista se coloca junto a aquellos que luchan por alcanzar "la tercera y última fase emancipatoria de la historia": la primera hizo de los esclavos siervos, la segunda hizo de los siervos gente que gana un salario, la tercera abole el proletariado en un acto último de liberación que pone el control de la economía en manos de asociaciones libres y voluntarias de productores (Fourier, 1848).22 El peligro inminente para la "civilización" fue advertido, también en 1848, por Tocqueville:

Mientras el derecho de propiedad fue el origen y fundamento de muchos otros derechos, era fácil defenderlo, o, para ser más precisos, no sufría ningún ataque; entonces era la ciudadela de la sociedad, mientras que los otros derechos eran su fortificación: no se llevaba la peor parte en los ataques y, en realidad, no se producían intentos serios de asalto. Pero hoy en día, cuando se ve en el derecho de propiedad el último resto aún no destruido del mundo aristocrático, cuando sólo él queda en pie, cuando es el único privilegio en una sociedad cuyos miembros son ya en todo lo demás iguales, la cosa cambia. Piénsese lo que sentirán las clases trabajadoras, aunque admito que siguen tan calmadas como antes. Es cierto que se encuentran menos inflamadas que antes por pasiones políticas propiamente dichas; pero ¿no veis que sus pasiones, lejos de ser políticas, se han convertido en sociales? ¿No veis que poco a poco se van extendiendo entre ellos opiniones e ideas que apuntan no a la derogación de tales o cuales otras leyes, de tal ministerio o tal gobierno, sino a la disolución de los fundamentos mismos de la propia sociedad?23
Los trabajadores de París, en 1871, rompieron el silencio y procedieron a
abolir la propiedad, base de toda civilización. Sí, caballeros, la Comuna pretendía abolir esa propiedad de clase que convierte el trabajo de muchos en la riqueza de unos pocos. La Comuna aspiraba a la expropiación de los expropiadores. Quería convertir la propiedad individual en una realidad, transformando los medios de producción -la tierra y el capital- que hoy son fundamentalmente medios de esclavización y de explotación del trabajo, en simples instrumentos de trabajo libre y asociado.24
La Comuna, por supuesto, fue ahogada en un baño de sangre. La verdadera naturaleza de la "civilización" que los trabajadores de París trataron de superar con su ataque contra "los fundamentos mismos de la propia sociedad" se mostró, una vez más, cuando las tropas del gobierno de Versalles reconquistaron París arrebatándoselo al pueblo. Como Marx escribió, con tanta amargura como acierto:
La civilización y la justicia del orden burgués aparecen en todo su siniestro esplendor dondequiera que los esclavos y los parias de este orden osan rebelarse contra sus señores. En tales momentos, esa civilización y esa justicia se muestran como lo que son: salvajismo descarado y venganza sin ley (...) las hazañas infernales de la soldadesca reflejan el espíritu innato de esa civilización, de la que es el brazo vengador y mercenario (...) La burguesía del mundo entero, que mira complacida la matanza en masa después de la lucha, ¡se estremece de horror ante la profanación del ladrillo y la argamasa! [Ibid., pp. 95, 96 y 99]
Pese a la violenta destrucción de la Comuna, Bakunin escribió que París abría una nueva época, "la de la definitiva y completa emancipación de las masas populares y su futura auténtica solidaridad por encima y a pesar de las ataduras del Estado." "La próxima revolución, internacionalmente solidaria, será la resurrección de París", una revolución que el mundo todavía espera.

Así pues, el anarquista consecuente debe ser socialista, pero socialista de una clase particular. No sólo se opondrá al trabajo alienado y especializado y aspirará a la apropiación del capital por parte del conjunto de los trabajadores, sino que insistirá, además, en que dicha apropiación sea directa y no ejercida por una élite que actúe en nombre del proletariado. Se opondrá, en suma, a

la organización del trabajo por los gobernantes. Eso significa socialismo de Estado, el gobierno de los funcionarios del Estado sobre la producción y el gobierno de los científicos, directivos y funcionarios sobre el comercio (...) El objetivo de la clase trabajadora es su liberación de la explotación. Este objetivo no se alcanza ni puede ser alcanzado por una nueva clase dirigente que se coloque a sí misma en el lugar que antes ocupaba la burguesía. Únicamente lo harán realidad los trabajadores, haciéndose cargo ellos mismos de la producción.
Estas observaciones están tomadas de "Cinco tesis acerca de la lucha de clases", del marxista Anton Pannekoek, uno de los teóricos más destacados del movimiento por un comunismo organizado mediante consejos obreros (council communist movement). Y es que, de hecho, el marxismo radical se funde con las corrientes anarquistas.

A modo de ilustración adicional, consideremos la siguiente caracterización del "socialismo revolucionario":

El socialista revolucionario rechaza que la propiedad del Estado pueda terminar en algo distinto del despotismo burocrático. Hemos visto por qué el Estado no puede controlar democráticamente la industria. La industria sólo puede ser democráticamente poseída y controlada por los trabajadores cuando éstos eligen directamente los comités administrativos industriales entre sus propias filas. El socialismo será, fundamentalmente, un sistema industrial; su estructuración tendrá un carácter industrial. Así, aquellos que se hagan cargo de las actividades sociales e industriales de la sociedad tendrán representación directa en los consejos locales y centrales de la administración. De este modo, el poder de dichos delegados emanará de quienes llevan a cabo el trabajo y permanecerá atento a las necesidades de la comunidad. Cuando el comité administrativo industrial central se reúna, representará a cada sector de la actividad social. Por tanto, el Estado - político o geográfico- capitalista será sustituído por el comité administrativo industrial del socialismo. La transición de uno a otro sistema social será la revolución social. A lo largo de la historia el Estado político ha significado el gobierno de los hombres por las clases dirigentes; la República del Socialismo será el gobierno de la industria administrada por toda la comunidad. El primero representaba el sometimiento económico y político de la mayoría; esta última significará la libertad económica de todos y será, por tanto, una verdadera democracia.


Esta declaración programática aparece en la obra de William Paul El Estado. Sus orígenes y funciones, escrita a comienzos de 1917 -poco antes que El Estado y la revolución, de Lenin- y que es quizá su obra más libertaria (V. nota 9). Paul fue miembro del Partido Laborista Socialista Marxista-De Leonista, y más adelante, uno de los fundadores del Partido Comunista Británico.25 Su crítica al socialismo de Estado se asemeja a la doctrina libertaria de los anarquistas en su principio de que, puesto que la propiedad y dirección del Estado conduciría a un despotismo burocrático, la revolución social debe reemplazarlo por la organización industrial de la sociedad bajo el control directo de los trabajadores. Podríamos citar multitud de afirmaciones similares.

Pero lo más importante es que estas ideas han sido ya llevadas a la práctica en la acción revolucionaria espontánea; por ejemplo, en Alemania e Italia tras la Primera Guerra Mundial, y en España -no sólo en el campo, sino también en la Barcelona industrial- en 1936. Bien podría decirse que alguna suerte de comunismo organizado mediante consejos obreros (council communism) es la forma natural del socialismo revolucionario en una sociedad industrial. Ahí se plasma la certeza intuitiva de que la democracia se encuentra muy limitada cuando el sistema industrial está controlado por alguna forma de élite autocrática, ya se trate de los propietarios, los directivos y tecnócratas, un partido de "vanguardia" o una burocracia estatal. Bajo esas condiciones de dominación autoritaria, los ideales libertarios clásicos, desarrollados luego por Marx, Bakunin y otros auténticos revolucionarios, no pueden hacerse realidad: el hombre no será libre para desarrollar al máximo todas sus potencialidades, y el productor seguirá siendo "un fragmento de ser humano", un ser degradado, una herramienta de un proceso productivo dirigido desde arriba.

La expresión "acción revolucionaria espontánea" puede llevar a confusión. Al menos los anarcosindicalistas toman buena nota de la observación de Bakunin de que las organizaciones de los trabajadores deben crear en el período prerrevolucionario" no sólo las ideas, sino también los hechos del futuro". Los logros de la revolución popular, en España en particular, se basaron en un paciente trabajo de años de organización y educación, elementos de una larga tradición de compromiso y militancia. Las resoluciones de los Congresos de Madrid, en junio de 1931, y Zaragoza, en mayo de 1936, prefiguraron de diversas maneras los actos de la revolución, tal y como sucedió también con las ideas, algo diferentes, esbozadas por Abad de Santillán (V. nota 4) en su puntual descripción de la organización social y económica que habría de instaurar la revolución. Guérin escribe que "La Revolución Española había alcanzado cierta madurez tanto en las mentes de los pensadores libertarios como en la conciencia popular." Y cuando, con el golpe de Franco, la agitación de comienzos de 1936 llevó al estallido de la revolución social, las organizaciones de los trabajadores contaban ya con la estructura, la experiencia y la conciencia para emprender la tarea de la reconstrucción social. En su introducción a una recopilación de documentos acerca de la colectivización en España, el anarquista Augustin Souchy escribe:

Durante muchos años los anarquistas y sindicalistas españoles consideraron que su tarea suprema era la transformación social de la sociedad. En sus asambleas de sindicatos y grupos, en sus diarios, en sus panfletos y libros, el problema de la revolución social se discutía sin cesar y de forma sistemática.26
Todo esto se halla tras los logros espontáneos y la obra constructiva de la Revolución Española.

Las ideas del socialismo libertario, en el sentido descrito, han quedado arrinconadas en las sociedades industriales del pasado medio siglo. Las ideologías dominantes han sido el socialismo de Estado o el capitalismo de Estado (éste de carácter cada vez más militarizado en los Estados Unidos, por razones fáciles de ver).27Pero el interés por el anarquismo se ha reavivado en estos últimos años. Las tesis de Anton Pannekoek que he citado están tomadas de un panfleto reciente de un grupo de trabajadores radicales franceses (Informations Correspondance Ouvrière). Las observaciones de William Paul en torno al socialismo revolucionario fueron citadas por Walter Kendall en un discurso pronunciado en el Congreso Nacional sobre Control Obrero, en Sheffield, Inglaterra, en marzo de 1969. En Inglaterra, el movimiento que lucha por el control obrero ha ido adquiriendo una fuerza significativa en los últimos años. Ha organizado varios congresos, ha producido una considerable cantidad de panfletos y cuenta con el apoyo activo de algunos de los sindicatos más importantes. La Amalgamated Engineering and Foundryworkers' Union, por ejemplo, ha adoptado como política oficial el programa de nacionalización de las industrias básicas "bajo el control de los trabajadores en todos los niveles".28 En el continente ha habido progresos similares. Mayo del 68, por descontado, aceleró en Alemania y en Francia el creciente interés por el comunismo organizado mediante consejos obreros y por ideas que siguen esa misma línea, tal y como sucedió en Inglaterra.

Dado el carácter extremadamente conservador de nuestra muy ideologizada sociedad, no sorprende demasiado que los Estados Unidos hayan quedado relativamente al margen de esa evolución. Pero también eso puede cambiar. La erosión de la mitología que rodeaba a la guerra fría permite al menos suscitar la discusión sobre estas cuestiones en círculos bastante amplios. Si conseguiéramos refrenar la actual ola de represión, si la izquierda fuera capaz de superar sus tendencias suicidas y construir sobre lo que se ha conseguido en la década pasada, entonces el problema de cómo organizar la sociedad sobre bases verdaderamente democráticas, con un control democrático en el lugar de trabajo y en la comunidad, se convertiría en el principal tema de reflexión para todos aquellos que son sensibles a los problemas de la sociedad contemporánea, y, en la medida en que se fuera desarrollando un movimiento de masas en favor del socialismo libertario, la reflexión habría de ceder el paso a la acción.

En su manifiesto de 1865, Bakunin predijo que un elemento de la revolución social sería "esa inteligente y verdaderamente noble parte de la juventud que, pese a pertenecer por nacimiento a las clases privilegiadas, es llevada por sus generosas convicciones y ardientes anhelos a hacer suya la causa del pueblo". Quizás en el surgimiento del movimiento estudiantil de los 60 pueda observarse algún paso hacia el cumplimiento de esta profecía.

Daniel Guérin ha emprendido lo que él ha descrito como un "proceso de rehabilitación del anarquismo". Argumenta -convincentemente, a mi juicio- que "las enriquecedoras ideas del anarquismo mantienen su vitalidad y que, examinadas y tamizadas, podrían ser de gran utilidad para que el pensamiento socialista contemporáneo tomara un nuevo rumbo... [y] para contribuir a enriquecer el marxismo."29 De ese "amplio espectro" del anarquismo él ha seleccionado para examinarlas más atentamente aquellas ideas y acciones que pueden calificarse de socialistas libertarias. Es lo natural y apropiado. Dentro de ese marco se encuadran los más importantes portavoces del anarquismo así como los movimientos populares que han estado inspirados por sentimientos e ideales anarquistas. Guérin se ocupa no sólo del pensamiento anarquista, sino también de las acciones espontáneas de la lucha revolucionaria popular. Se ocupa tanto de la creatividad social como de la intelectual. Además, a partir de las realizaciones constructivas del pasado trata de extraer lecciones que enriquezcan la teoría de la liberación social. Para aquellos que desean no sólo comprender el mundo sino también cambiarlo, ésta es la forma apropiada de abordar el estudio de la historia del anarquismo.

Guérin describe el anarquismo del siglo XIX como eminentemente doctrinal, mientras que el siglo XX, para los anarquistas, ha sido una época de "práctica revolucionaria".30En Anarchisme refleja esta opinión. Arthur Rosenberg apuntó en una ocasión que las revoluciones populares se caracterizan por tratar de sustituir "una autoridad feudal o centralizada que gobierna por la fuerza" por alguna suerte de sistema comunal que "implique la destrucción y desaparición de la vieja forma de Estado". Dicho sistema será o bien socialista, o bien "una forma extrema de democracia... [la cual es] condición previa para el socialismo, por cuanto el socialismo sólo puede hacerse realidad en un mundo en el que el individuo goce de la máxima libertad posible". Este ideal, observa, era común a Marx y a los anarquistas.31 Esta lucha natural por la liberación va en sentido opuesto a la predominante tendencia de la vida política y económica hacia la centralización.

Hace un siglo Marx escribió que los trabajadores de París "comprendieron que no había más alternativa que la Comuna o el imperio, fuera cual fuera el nombre bajo el que éste reapareciese".

El Imperio los había arruinado económicamente con su dilapidación de la riqueza pública, con las grandes estafas financieras que fomentó y con el apoyo prestado a la concentración artificialmente acelerada del capital, que suponía la expropiación de muchos de sus componentes. Los había oprimido politicamente, y los había irritado moralmente con sus orgías; había herido su volterianismo al confiar la educación de sus hijos a los frères ignorantins, y había sublevado su sentimiento nacional de franceses al lanzarlos precipitadamente a una guerra que sólo ofreció una compensación para todos los desastres que había causado: la caida del Imperio.32
El miserable Segundo Imperio "era la única forma de gobierno posible en una época en que la burguesía ya había sido derrotada y la clase trabajadora aún no había adquirido capacidad para gobernar la nación".

No resultaría muy difícil parafrasear estas observaciones para adecuarlas a los sistemas imperiales de 1970. El problema de la "liberación del hombre de la condena de la explotación económica y la esclavización política y social" es también hoy el problema de nuestro tiempo. Y mientras así sea, las doctrinas y la práctica revolucionaria del socialismo libertario nos servirán de inspiración y guía.


Notes

Este ensayo es una versión revisada de la introducción a Anarquismo. De la teoría a la práctica, de Daniel Guérin. Una versión algo diferente fue publicada en la New York Review of Books, 21 de mayo, 1970.

1 Octave Mirbeau, citado en James Joll, The Anarchists, pp. 145-6.

2 Rudolf Rocker, Anarchosyndicalism, p. 31.

3 Citado por Rocker, ibid., p. 77. Esta cita y la de la frase siguiente son de M. Bakunin, "El programa de la Alianza", en Sam Dolgoff, ed. y trad., Bakunin on Anarchy, p. 255.

4 Diego Abad de Santillan, After the Revolution, p. 86. [El texto que presentamos aquí es una traducción de la previa traducción inglesa ahí reseñada, pues no hemos sido capaces de encontrar ninguna edición original. (N. del T.)] En el último capítulo, escrito varios meses después del comienzo de la revolución, expresa su disgusto por lo poco que se había conseguido hasta el momento. Acerca de los logros de la revolución social en España véase mi American Power and the New Mandarins, cap. 1, y las referencias ahí citadas; el importante estudio de Broué y Témime ha sido entretanto traducido al inglés. Desde entonces han sido publicados algunos otros estudios importantes, en particular: Frank Mintz, L'Autogestion dans l'Espagne révolutionaire(Paris: Editions Bélibaste, 1971); César M. Lorenzo, Les Anarchistes espagnols et le pouvoir, 1868-1969 (Paris: Editions du Seuil, 1969); Gaston Leval, Espagne libertaire, 1936-1939: L'Oeuvre constructive de la Révolution espagnole (Paris: Editions du Cercle, 1971). Véase también Vernon Richards, Lessons of the Spanish Revolution,edición ampliada de 1972.

5 Citado por Robert C. Tucker, The Marxian Revolutionary Idea, al ocuparse del tema marxismo y anarquismo.

6 Bakunin, en una carta a Herzen y Ogareff, 1866. Citado por Daniel Guérin, Jeunesse du socialisme libertaire, p. 119.

7 Fernand Pelloutier, citado en Joll, Anarchistes. La fuente es "L'Anarchisme et les syndicats ouvriers," Les Temps nouveaux, 1895. El texto íntegro aparece en Daniel Guérin, ed., Ni Dieu, ni Maître,una excelente antología histórica del anarquismo.

8 Martin Buber, Paths in Utopia, p. 127.

9 "Ningún Estado, ya sea democrático," escribió Bakunin, "ni siquiera la república más roja podrá nunca proporcionar al pueblo lo que éste realmente quiere, es decir, la libre autoorganización y administración de sus propios asuntos, de abajo hacia arriba, sin interferencias o violencias provenientes de arriba. Pues todo Estado, incluso el Estado pseudopopular inventado por el Sr. Marx, no es en esencia más que una maquinaria para que las masas sean gobernadas desde arriba por una minoría privilegiada de intelectuales presuntuosos que creen saber mejor que el propio pueblo lo que el pueblo necesita y desea..." "Pero el pueblo no se sentirá mejor por que la vara con que se le golpea lleve el rótulo de 'vara del pueblo'." (Statism and Anarchy [1873], en Dolgoff, Bakunin on Anarchy, p. 338). La "vara del pueblo" es ahí la república democrática.

Marx, por supuesto, veía las cosas de manera diferente.

Para un examen más profundo del impacto de la Comuna de París en esta disputa, véanse los comentarios de Daniel Guérin en Ni Dieu, ni Maître; estos aparecen también, de manera algo más extensa, en su Pour un marxisme libertaire. Véase tambien la nota 24.

10 Acerca de la "desviación intelectual" de Lenin hacia la izquierda durante 1917, véase Robert Vincent Daniels, "The State and Revolution: a Case Study in the Genesis and Transformation of Communist Ideology," American Slavic and East European Review, vol. 12, no. 1 (1953).

11Paul Mattick, Marx and Keynes, p. 295.

12Michael Bakunin, "La Commune de Paris et la notion de l'état," reeditado en Guérin, Ni Dieu, ni Maître. La observación final de Bakunin acerca de las leyes de la naturaleza individual como condición de la libertad son comparables al pensamiento creativo desarrollado por las tradiciones racionalista y romántica. Véase mi Cartesian Linguistics and Language and Mind.

13Shlomo Avineri, The Social and Political Thought of Karl Marx, p. 142, refiriéndose a algunos comentarios que aparecen en La Sagrada Familia. Avineri sostiene que dentro del movimiento socialista sólo el kibbutzim israelí "se ha dado cuenta de que las formas y maneras de la organización social actual determinarán la estructura de la sociedad futura." De todos modos, tal y como se ha apuntado más arriba, ésta es una tesis típica del anarcosindicalismo.

14Rocker, Anarchosyndicalism, p. 28.

15Véanse las obras de Guérin citadas más arriba.

16Karl Marx, Kritik des Gothaer Programms.

17Karl Marx, Grundrisse der Kritik der Politischen Ökonomie, citado por Mattick, Marx and Keynes, p. 306. A este respecto, véase también el ensyo de Mattick, "Workers' Control," en Priscilla Long, ed., The New Left; y Avineri, Social and Political Thought of Marx.

18Karl Marx, El Capital; citado por Robert Tucker, que acertadamente resalta que Marx ve al revolucionario más como un "productor frustrado" que como un "consumidor insatisfecho" (The Marxian Revolutionary Idea). Esta más radical crítica de las relaciones capitalistas de producción es una consecuencia directa del pensamiento libertario de la Ilustración.
[Esta cita la hemos traducido aquí directamente de la edición alemana de las obras completas de Marx y Engels, publicada por la Dietz Verlag, Berlín/RDA 1968. Dicho texto aparece, concretamente, en el capítulo 23, Das allgemeine Gesetz der kapitalistischen Akkumulation, del primer tomo de "El Capital". (N. del T.)]

19Marx, El Capital, citado por Avineri, Social and Political Thought of Marx, p. 83.

20Pelloutier, "L'Anarchisme."

21"Qu'est-ce que la propriété?" La frase "la propiedad es el robo" disgustó a Marx, que vio un problema lógico, al creer que el robo presupondría la existencia legítima de la propiedad. V. Avineri, Social and Political Thought of Marx.

22Citado en la obra de Buber, Paths in Utopia, p. 19.

23Citado en J. Hampden Jackson, Marx, Proudhon and European Socialism,p. 60.

24Karl Marx, La Guerra Civil en Francia, p. 77. Avineri observa que este y otros comentarios de Marx acerca de la Comuna hablan explícitamente de intenciones y planes. Como Marx dejó claro en otro lugar, su opinión, más meditada, era más crítica que la expresada en esta alocución. [El texto lo hemos tomado de la edición de David Romagnolo para la internet, accesible en http://gate.cruzio.com/~marx2mao/M2M(SP)/M&E(SP)/CWF71s.html (N. del T.)]

25Para un examen más detallado, véase Walter Kendall, The Revolutionary Movement in Britain.

26Collectivisations: L'Oeuvre constructive de la Révolution espagnole, p. 8.

27Para una discusión de esta cuestión, véase Mattick, Marx and Keynes, y Michael Kidron, Western Capitalism Since the War. Véanse también la discusión y referencias citadas en mi At War With Asia, cap. 1, pp. 23-6.

28 Véase Hugh Scanlon, The Way Forward for Workers' Control. Scanlon es el presidente del AEF, uno de los sindicatos británicos más importantes. El instituto se estableció a resultas de la sexta Conferencia sobre Control Obrero, en marzo de 1968, y sirve de centro para la difusión de información y para estimular la investigación.

29Guérin, Ni Dieu, ni Maître, introducción.

30Ibid.

31Arthur Rosenberg, A History of Bolshevism, p. 88.

32Marx, La Guerra Civil en Francia, pp. 79-80. [Frères ignorantins es el sobrenombre con que se llamaba a la orden religiosa que apareció en Reims en 1680. Sus miembros se dedicaban a la educación de niños pobres. En las escuelas fundadas por la Orden los alumnos recibían principalmente educación religiosa y muy poco en otros campos del saber. Marx utilizó esta expresión para aludir al bajo nivel y al carácter clerical de la educación elemental en la Francia burguesa. (Nota del editor de la traducción arriba reseñada)]


Bibliografía

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Publicado en ZNnet en español

Origen: Z Net, Chomsky Archive

Traducido por Javier Fdez. Retenaga y revisado por Alfred Sola, septiembre de 2000

NOTES SUR L'ANARCHISME

Un écrivain français, proche de l’anarchisme, observait à la fin du XIX siècle que "l’anarchie a bon dos. Comme le papier elle souffre tout", y compris ajoutait-il ceux dont les actes sont tels "qu’un ennemi mortel de l’anarchisme n’eût pas mieux agi" (1). Toutes sortes de pensées et d’actions ont été jugées comme "anarchistes". Il serait vain de tenter de réunir toutes ces tendances opposées en une quelconque théorie générale ou idéologie. Même si nous prenons l’histoire de la pensée libertaire comme une tradition vivante et en évolution, comme l’écrivain Daniel Guérin le fait dans son livre L’Anarchisme (2), il s’avère difficile de formuler la. doctrine comme une théorie spécifique et déterminée de la société et du changement social.

L’historien anarchiste allemand Rudolf Rocker, qui présente une conception systématique du développement de la pensée anarchiste vers l’anarcho-syndicalisme, qui sera reprise par D. Guérin, met les choses à leur place en écrivant que l’anarchisme n’eût pas : "un système figé, fermé sur lui-même, mais plutôt une tendance définie du développement historique du genre humain, qui, à l’opposé de la surveillance intellectuelle exercée par toutes les institutions cléricales et gouvernementales, S’efforce de stimuler le libre développement, sans entraves, de toutes les énergies individuelles et sociales de la vie. La liberté elle-même n’est qu’un concept relatif, et non un concept absolu, puisqu’elle tend constamment à s’étendre et toucher des cercles de plus en plus larges, de différentes manières. Cependant, la liberté n’est pas pour les anarchistes une conception philosophique abstraite, mais la possibilité vitale concrète pour chaque être humain d’atteindre l’épanouissement complet des forces, des capacités et du talent dont la nature l’a doté, et de les transformer en réalité sociale. Cet équilibre naturel sera influencé par la tutelle ecclésiastique ou politique, plus la personnalité humaine pourra être efficace et en harmonie plus elle donnera la mesure de la culture de la société où elle s’est formée." (3)

On pourrait se demander quel est le sens de l’étude "d’une tendance définie du développement historique du genre humain" qui n’entraîne pas une théorie sociale spécifique et détaillée. En fait de nombreux commen-tateurs rejettent l’anarchisme parce qu’il est utopique, sans forme, primitif ou bien chargé d’autres caractères qui le rendrait incompatible à la réalité d’une société complexe. On pourrait cependant raisonner bien autrement : en disant qu’à chaque stade de l’histoire notre souci devrait être de dévoiler les formes d’autorité et d’oppression qui proviennent d’époques où elles auraient pu être justifiées par le besoin de la sécurité, la survie ou le développement économique, mais qui actuellement contribuent à alourdir la vie culturelle et matérielle, au lieu de l’allé-ger.

S’il en est ainsi, il n’y aura pas de doctrine du changement social fixée pour le présent et le futur, ni même nécessairement, une conception spécifique et immuable des buts du changement social. Il est probable que notre compréhension de la nature de l’homme ou des possibilités des formes sociales est si rudimentaire que toute doctrine à grande échelle doit être traitée avec un grand scepticisme, tout comme il faut être sceptique lorsqu’on entend dire que "la nature humaine", "la nécessité de l’efficacité" ou "la complexité de la vie moderne" exigent telle ou telle forme d’oppression et de règle autocratique.

Néanmoins, à un moment donné, il est raisonnable de développer, autant que faire se peut, une réalisation spécifique de cette "tendance définie du développement historique du genre humain", adaptée aux tâches du présent. Pour Rocker, le "problème qui se pose à notre époque est celui de libérer l’homme du fléau de l’exploitation économique et politique et de l’esclavage social". Et la méthode n’est pas la conquête et l’exercice du pouvoir étatiques ni le parlementarisme crétinisants mais bien "la reconstruction de la vie économique des peuples à partir des fondations et ce dans l’esprit du socialisme".

"Mais seuls les producteurs eux-mêmes sont aptes à cette tâche, car ils sont le seul élément créateur de valeur d’une société dont un nouveau futur peut surgir. C’est à eux que revient la tâche de libérer le travail de toutes les entraves que l’exploitation économique a placées, la tâche de libérer la société de toutes les institutions et de toutes les attitudes du pouvoir politique, et celle d’ouvrir la voix à une alliance de groupes libres d’hommes et de femmes fondés sur le travail coopératif et une administration planifiée des choses dans l’intérêt de la communauté. Préparer les masses travailleuses des villes et des campagnes, à ce but élevé et les unir en une force militante, tel est l’objectif de l’anarcho-syndicalisme moderne, et il se consacre entièrement à cette tâche (4). »

En tant que socialiste, Rocker considère comme un point acquis que "l’émancipation véritables finale et complète des travailleurs n’est possible qu’à une condition : l’appropriation du capitale c’est-à-dire, des matières premières du prolétariat." (5) En tant qu’anarcho-syndicaliste, il insiste en outre sur le fait que les organisations de travailleurs créent "non seulement les idées mais aussi les faits du futur lui-même" (6), dans la période prérévolutionnaire, et qu’elles représentent la structure de la future société : il espère qu’une révolution sociale détruira l’appareil étatique et expropriera les expropriateurs. "A la place du gouvernement, nous allons mettre l’organisation industrielle" : "Les anarcho-syndicalistes sont convaincus qu’un ordre économique socialiste ne peut être créé par des décrets et des statuts d’un gouvernements mais seulement par la collabora-tion solidaire du cerveau et du bras des travailleurs dans chaque branche de la production, c’est-à-dire par la prise en main par les producteurs eux-mêmes de la gestion de toutes les entreprises de telle sorte que tous les groupes séparés d’entreprises et de branches de l’industrie soient des membres indépendants de l’organisme économique général,, et qu’ils s’occupent systématiquement de la production et de la distribution des produits dans l’intérêt de la communauté sur la base de libres accords mutuels." (7)

Rocker écrivait à un moment où ces idées étaient appliquées durant la révolution espagnole. Juste avant cette révolution, l’économiste anarcho-syndicaliste Diego Abad de Santillán avait écrit : "... lorsque (la révolu-tion) peut poser le problème de la transformation sociales elle ne le fait pas par le biais de l’Etat, mais par l’organisation des producteurs. Nous avons suivis cette norme et nous n’avons pas eu besoin, jusqu’à présent, de l’hypothèse d’un pouvoir supérieur au travail organisé pour établir le nouvel ordre des choses. Si quelqu’un peut nous dire le rôle qu’aurait l’Etat dans une organisation économique où la propriété privée n’existerait pas, où le parisitisme ou les privilèges n’ont plus raison d’être ni de paraître nous lui en serions reconnaissants."

"La suppression de l’Etat ne peut pas être un long processus du dépérissement ; ce doit l’oeuvre de la révolution elle-même qui y met fin. En effet, ou bien la révolution donne la richesse sociale aux producteurs, ou bien elle ne la donne pas ; si elle la donne, les producteurs s’organisent pour produire et distribuer les produits collectifs, et l’Etat n’a rien à faire ; ou bien c’est lui qui les donne, et alors la révolution n’a été qu’un mensonge et l’Etat subsiste."

"Notre Conseil Fédéral de l’économie n’est pas un pouvoir politiques mais un régulateur économiques administratif ; il reçoit ses directives d’en bas, il doit adapter son rôle aux décisions des congrès régionaux et nationaux ; c’est un centre de liaisons, et rien de plus." (8)

Engels, dans une lettre de I883, exprimait son désaccord avec cette conception : "Les anarchistes posent le problème à l’envers. Ils disent que la révolution prolétarienne doit commencer par l’élimination de l’organisation politique de l’Etat. [...] Mais le détruire complètement à un tel moment équivaudrait à détruire le seul appareil à l’aide duquel le prolétariat triomphant peut assumer le pouvoir qu’il vient de conquérir, réprimer ses ennemis les capitalistes et réaliser la révolution économique de la société sans laquelle toute sa victoire se terminerait inexorablement par une défaite et l’extermination massive des ouvriers, comme ce fut le cas après la Commune de Paris (9)."

A l’opposé, les anarchistes - et plus nettement Bakounine - faisaient remarquer les dangers que la "bureaucratie rouge" qui sera sans conteste "le mensonge le plus vil et le plus redoutable qu’ait engendré notre siècle." (I0) L’anarcho-syndicaliste Fernand Pelloutier posait ces question : "Mais l’Etat transitoire à subir doit-il être nécessairement, fatalement la geôle collectiviste ? Ne peut-il consister en une organisation libertaire limitée exclusivement aux besoins de la production et de la consommation, toutes institutions politiques ayant disparu ?(11)."

Je ne prétends pas connaître la réponse à cette question. Mais il est clair semble-t-il, qu’à moins qu’il n’y ait, dans une certaine mesure, une réponse positive, les possibilités d’une révolution vraiment démocratique, qui réaliserait les idées humanistes de la gauche, ne sont pas très grandes. Martin Buber posa le problème brièvement en écrivant : "La nature des choses fait qu’on ne peut attendre d’un arbuste transformé en bâton qu’il ait des feuilles (I2)." La question de la conquête ou de la destruction du pouvoir de l’Etat était pour Bakounine le point principal qui le séparait de Marx (I3). Et d’une façon ou d’une autre, cela s’est reposé a plusieurs reprises dans notre siècle en opposant les socialistes "libertaires" et "autoritaires’’.

En dépit des avertissements de Bakounine sur la bureaucratie rouge et malgré leur réalisation pendant la dictature de Staline, ce serait faire une grossière erreur que d’interpréter les débats du siècle dernier comme identiques aux revendications des mouvements sociaux actuels et à leurs origines historiques. Et, en particulier, il est malintentionné de prendre le bolchevisme comme un "marxisme en pratique (14)." Plus exactement, la critique gauchiste du bolchevisme, qui tient compte des circonstances historiques de la Révolution russe, est beaucoup plus juste. "Le mouvement ouvrier gauchiste anti-bolchévique s’opposait aux léninistes parce que ceux-ci d’exploitaient pas suffisamment les changements en Russie dans des buts strictement prolétariens. Les léninistes devinrent prisonniers de leur environnement et utilisèrent les mouvements révolutionnaires internationaux pour satisfaire des besoins spécifiquement russes, qui furent synonymes des besoins du Parti- Etat bolchevik. Les aspects bourgeois de la Révolution russe apparurent alors dans le bolchevisme lui-même : le léninisme apparaissait comme une partie de la social-démocratie internationale dont il ne différait que par des points tactiques (15). »

Si on devait chercher une seule idée force dans la tradition anarchiste, ce serait, à mon sens, celle qu’exprimait Bakounine, en écrivant sur la Commune, en se décrivant ainsi : "Je suis un amant fanatique de la liberté, la considérant comme l’unique milieu au sein duquel puissent se développer et grandir l’intelligence, la dignité et le bonheur des hommes ; non de cette liberté toute formelle, octroyée, mesurée et réglementée par l’Etat, mensonge éternel et qui en réalité ne représente jamais rien que le privilège de quelques uns fondé sur l’esclavage de tout le monde ; non de cette liberté individualiste, égoïste, mesquine et fictive, prônée par l’Ecole de J.-J. Rousseau, ainsi que par toutes les autres écoles du libéralisme bourgeois, et qui considère le soi-disant droit de tout le monde, représenté par l’Etat, comme la limite du droit de chacun, ce qui aboutit nécessairement et toujours à la réduction du droit de chacun à zéro.

"Non, j’entends la seule liberté qui soit vraiment digne de ce nom, la liberté qui consiste dans le plein développement de toutes les puissances matérielles, intellectuelles et morales qui se trouvent à l’état de facul-tés latentes en chacun ; la liberté qui ne reconnaît d’autres restrictions que celles qui nous sont tracées par les lois de notre propre nature ; de sorte qu’à proprement parler il n’y a pas de restrictions, puisque ces lois ne nous sont pas imposées par quelque législateur du dehors, résidant soit à côté, soit au-dessus de nous ; elles nous sont immanentes, inhérentes, constituant la base même de tout notre être, tant matériel qu’intellectuel et moral ; au lieu donc de trouver en elles une limite, nous devons les considérer comme les condition : réelles et comme la raison effective de notre liberté (16) ."

Ces idées sont nées au Siècle des Lumières. Leurs racines sont dans Le discours sur l’Inégalité de Rousseau, Les limites de l’action de l’État d’Humboldt, l’insistance de Kant, dans sa défense de la Révolution française du fait que la liberté est la condition .préalable pour acquérir la maturité pour la liberté, et non pas un cadeau à offrir lorsque cette maturité sera atteinte. Face au le développement du capitalisme industriel, un système d’injustice nouveau et imprévu, c’est le socialisme libertai-re qui a préservé et étendu le message humaniste profond du Siècle des Lumières et les idées classiques libérales qui furent perverties par leur transformation en idéologie pour défendre cet ordre social en formation.

En fait, les bases mêmes qui amenèrent le libéralisme classique à s’opposer à l’intervention de l’État dans la vie sociale, rendent également intolérable les relations sociales capitalistes. Humboldt, par exemple, le montre clairement dans son oeuvre Les limites de l’action de l’Etat qui devançait celle de Mill et l’inspira, peut-être, et sur laquelle nous allons insister. Cet ouvrage classique de la pensée libérale, achevé en 1792, est de façon profonde et précoce de nature anti-capitaliste. Ses idées doivent être diluées jusqu’à être incompréhensibles pour qu’on puisse en faire une idéologie du capitalisme.

La version d’Humboldt d’une société où les chaînes sociales sont remplacées par des rapports sociaux et où le travail est librement effectué, fait penser au jeune Marx ; par exemple le traitement de "l’aliénation du travail lorsque le travail est externe au travailleur [...] et ne fait pas partie de sa nature [...de sorte] qu’ il ne se réalise plus dans son travail, mais qu’il se nie lui-même [...et devient] physiquement puisé et mentalement diminué", travail aliéné qui renvoie certains travailleurs à un type de travail barbare et qui fait d’autres des machines", privant ainsi l’homme de son "trait spécifique", "d’activité libre et consciente" et de "vie productive". De même Marx imagine "un nouveau type d’être humain, qui a besoin de son semblable [... L’association des travailleurs devient] l’effort constructif réel pour créer le tissu social des futures relations humaines (17). "

Il est vrai que la pensée libertaire classique est opposée à l’inter-vention de l’Etat dans la vie sociale, comme conséquence d’une supposition profonde sur le besoin humain de liberté, de diversité et de libre association. Il en découle que les rapports capitalistes de production, le salariat, la compétitivité, l’idéologie de l’individualisme possessif doivent être considérées comme profondément anti-humains. On peut vraiment considérer le socialisme libertaire comme l’héritier des idées libérales du Siècle des Lumières.

Rudolf Rocker décrit l’anarchisme moderne comme étant "la jonction de deux grands courants qui pendant et depuis la Révolution française ont acquis leur expression caractéristique dans la vie intellectuelle de l’Europe : le socialisme et le libéralisme". Les idées libérales classiques selon lui, ont sombré face à la réalité des formes économiques capitalistes. L’anarchisme est nécessairement anti-capitaliste parce qu’il s’oppose à l’exploitation de l’homme par l’homme". Mais l’anarchisme s’oppose également à "la domination de l’homme sur l’homme", et considère que "le socialisme sera libre ou ne sera pas." C’est là que se trouve la justi-fication authentique et profonde de l’existence de l’anarchisme (18). "

De ce point de vue, l’anarchisme peut être interprété comme étant une branche libertaire du socialisme. C’est dans cet esprit que Daniel Guérin a envisagé l’étude de l’anarchisme dans son livre L’Anarchisme et dans d’autres. Guérin cite Adolph Fisher qui dit que "chaque anarchiste est un socialiste, mais que chaque socialiste n’est pas nécessairement un anarchiste". De même Bakounine, dans son Manifeste anarchiste de 1865, programme de son projet de fraternité révolutionnaire internationale, pose comme principe que chaque membre doit être, d’abord, socialiste.

Un anarchiste logique doit s’opposer à la propriété privée des moyens de production et au salariat qui sont les composantes du capitalisme, parce qu’ils sont incompatibles avec le principe de ce que le travail doit être libre et sous le contrôle du producteur. [souligné par le traducteur] Comme Marx l’a dit, les socialistes aspirent à une société où le travail "sera devenu non seulement moyen de vivre, mais même le premier besoin de l’existence" (19), ce qui est impossi-ble lorsque le travailleur est soumis à une autorité externe ou le besoin et non par une impulsion intérieure. "Aucune forme de travail salariée même si certaines sont moins odieuses que d’autres, ne peut venir à bout du sa-lariat en soi." (24) Un anarchiste logique doit s’opposer non seulement au travail aliéné mais aussi à la stupéfiante spécialisation qui prend place avec les moyens de développement de la production "mutile le travailleur en un fragment d’être humain, le dégrade pour en faire un simple appendice de la machine, fait de son travail un tel tourment que le sens essentiel est détruit ; éloigne de lui les potentialités intellectuelles du processus du travail proportionnellement à l’étendue de la science incorporée en tant que pouvoir indépendant ... (2I). "

Marx ne considéra pas cela comme la conséquence inévitable de l’indus-trialisation, mais plutôt comme un trait des rapports capitalistes de production. La. société du futur doit s’efforcer de "remplacer le travailleur au pièce d’aujourd’hui... réduit à un simple fragment d’homme, par l’individu pleinement développé, capable de mener plusieurs activités.., et pour qui les différentes fonctions sociales... sont autant de moyens de donner libre cours à ses talents naturels (22). "

La condition préalable est l’abolition du capital et du travail salarié en tant que catégories sociales (sans parler des armées industrielles de "L’Etat social" ou des diverses formes modernes de totalitarisme ou d’Etat capitaliste. La réduction de l’homme à la simple appartenance à la machine, à un outil spécialisé de la production devrait en principe être surmontées plutôt que renforcée, par le développement et l’usage adéquats de la tech-nologie. Mais cela ne peut se faire dans des conditions de contrôle auto-cratique de la production par ceux qui font de l’homme un instrument pour servir leurs fins, en ignorant ses réactions individuelles, selon l’expre-ssion d’Humboldt.

Les anarcho-syndicalistes cherchèrent, même dans le capitalisme, à créer des "associations libres de producteurs libres" qui mèneraient un combat militant et se prépareraient à organiser la production sur une base démocratique. Ces associations serviraient d"’école pratique d’anarchisme" (23). Si la propriété privée des moyens de production selon la phrase souvent citée de Proudhon n’est qu’un "vol" - "l’exploitation des faibles par les forts" (24) -, le contrôle de la production par un Etat bureaucratique, peu importe le degré de ses bonnes intentions, ne crée pas non plus les conditions dans lesquelles le travail manuel et intellectuel peut devenir le désir le plus fort dans la vie. Ces deux formes doivent donc être rejetées.

Dans leur attaque contre le droit de contrôle privé ou bureaucratique des moyens de production, les anarchistes adoptent la position de ceux qui luttent pour "la troisième et dernière phase émancipatrice de l’histoire". La première avait rendu serfs les esclaves, la seconde avait salarié les serfs et la troisième abolit le prolétariat dans un acte final de libération qui place le contrôle de l’économie dans les mains des associations libres et volontaires de producteurs (Fourier, 1848) (25). Le danger imminent de "civilisation" fut noté également par l’observateur perspicace Tocqueville en 1848 : "Quand le droit de propriété n’était que l’origine et le fondement de beaucoup d’autres droits, il se défendait sans peine ou plutôt, il n’était pas attaqué ; il formait alors comme le mur d’enceinte de la société dont tous les autres droits étaient les défenses avancées ; les coups ne portaient pas jusqu’à lui ; on ne cherchait pas sérieusement à l’atteindre. Mais aujourd’hui que le droit de propriété n’apparaît plus que comme le dernier reste d’un monde aristocratique détruits lorsqu’il demeure seul debout, privilège isolé au milieu d’une société nivelée, plus il n’est couvert derrière beaucoup d’autres plus contestables et plus hais son péril est plus grand ; c’est à lui seul maintenant à soutenir chaque jour le choc direct et incessant des opinions démocratiques. [...] Regardez ce qui se pa-sse au sein de ces classes ouvrières, qui aujourd’hui, je le reconnais, sont tranquilles. Il est vrai qu’elles ne sont pas tourmentées par les passions politiques proprement dites, au même degré où elles en ont été tourmentées jadis ; mais, ne voyez-vous pas que leurs passions de politiques sont devenues sociales ? Ne voyez-vous pas qu’il se répand peu à peu dans leur sein des opinions, des idées, qui ne vont point seulement à renverser telles lois, tel ministère, tel gouvernement même, mais la société, à l’ébranler sur les bases sur lesquelles elle repose aujourd’hui ? (26). "

La commune fut évidemment noyée dans le sang. La nature de la. "civilisation" que les travailleurs de Paris cherchaient à renverser par leur attaque des "bases mêmes de la société" apparut, une fois de plus, lorsque les troupes du gouvernement de Versailles reprirent Paris à sa population. Comme Bakounine l’écrivit durement mais justement. "La civilisation et la justice de l’ordre bourgeois se montrent sous leur jour sinistre chaque fois que les esclaves de cet ordre se lèvent contre leurs maîtres. Alors, cette civilisation et cette justice se démasquent comme la sauvagerie sans masque et la vengeance sans loi [...] les exploits infernaux de la soldatesque reflè-tent l’esprit inné de cette civilisation dont ils sont les mercenaires et les défenseurs [...] La bourgeoisie du monde entier qui contemple complaisamment le massacre en masse après la bataille, est convulsée d’horreur devant la profanation de la brique et du mortier ! (28). "

Malgré la destruction violente de la Commune, Bakounine écrivit que Paris ouvre une ère nouvelle, "celle de l’émancipation définitive et complè-te des masses populaires et de leur solidarité désormais toute réelle, à travers et malgré les frontières des Etats [...] la prochaine révolution internationale et solidaire des peuples sera la résurrection de Paris (29). " Une révolution que le monde attend encore. L’anarchiste logique, donc, sera socialiste, mais d’une sorte particulière. Il ne s’opposera pas seulement au travail aliéné et spécialisé et ne cherchera pas uniquement l’appropriation du capital par l’ensemble des travailleurs, mais il insistera, en plus pour que cette appropriation soit directe, et non pas exercée par une force élitiste agissant au nom du prolétariat. Bref, il sera contre : "L’organisation de la production par le gouvernement. C’est le socialis-me d’Etat, la direction de la production par les fonctionnaires d’Etat, l’autorité des directeurs, des savants, des cadres dans l’usine. [...] L’objectif de la classe ouvrière est de s’affranchir de l’exploitation. Ce but n’est pas et ne peut être atteint par une nouvelle classe dirigeante se substituant à la bourgeoisie. Il ne peut être atteint que si les ouvriers eux-mêmes deviennent maîtres de la production." (30)

Ces remarques sont prises dans "Cinq thèses sur la lutte des classes" du marxiste ultra-gauche hollandais Anton Pannekoek, un des théoriciens les plus en vue du mouvement du socialisme de conseil. Et en faits le marxisme d’ultra-gauche se fond avec les courants anarchistes.

Une illustration supplémentaire est fournie par la caractérisation suivante du "Socialisme révolutionnaire " :

"Le révolutionnaire socialiste refuse à la propriété d’Etat une autre issue que le despotisme bureaucra-tique. Nous avons vu pourquoi l’Etat ne peut gérer démocratiquement l’industrie. L’industrie ne peut être démocratiquement possédée et contrôlée que par les travailleurs élisant directement de leurs rangs des comités d’administration industrielle. Le socialisme sera fondamentalement un système industriel ; ses constituants auront un caractère industriel. Ainsi ceux qui auront des activités sociales et industrielles dans la société seront directement représentés dans les conseils locaux et centraux de l’administration sociale. De cette façon, le pouvoir de ces délégués viendra de ceux qui travaillent et sera en accord avec les besoins de la communauté. Lorsque le comité de l’administration centrale industrielle se réunira, il représentera chaque phase de la vie sociale."

"Ainsi l’Etat capitaliste politique ou géographique sera remplacé par le comité administratif industriel du socialisme. La transition d’un sys-tème social à l’autre sera la révolution sociale. L’Etat politique au long de son histoire correspondait au gouvernement des hommes par les classes dirigeantes ; la république du socialisme sera le gouvernement de l’industrie gérée pour le bien de la communauté entière. Le premier voulait dire oppre-ssion économique et politique de la majorité ; l’autre signifiera la liberté économique de tous. Ce sera donc une véritable démocratie."

Ces considérations sont de William Paul dans The State. Its origins and fonction [l’Etat, ses origines et sa fonction] écrit au début de 1917, un peu avant L’Etat et la Révolution de Lénine, sans doute son oeuvre la plus libertaire (voir la. note 14). Paul était membre du Parti travailliste socialiste marxiste Deleoniste et fut plus tard un des fondateurs du parti communiste anglais (31). Sa critique du socialisme d’Etat ressemble à la doctrine libertaire des anarchistes dans le sens que la propriété et la gestion étatiques conduiront au despotisme bureaucratiques, et que la révolution sociale devra les rem-placer par l’organisation industrielle de la société avec le contrôle direct des travailleurs. D’autres déclarations semblables pourraient être citées.

Ce qui est beaucoup plus important est que ces idées furent appliques dans des actions révolutionnaires spontanées, par exemple, en Allemagne et en Italie après la première guerre mondiale et en Espagne (en particulier, dans l’industrie de Barcelone) en 1936. On pourrait en déduire qu’une certaine sorte de communisme de conseil est la forme naturelle du socialisme révolutionnaire dans une société industrielle. Cela montre le sentiment instinctif que la démocratie est avant tout un simulacre lorsque le système industriel est contrôlé par un parti autocratique, que ce soient des propriétaires, des cadres, des technocrates, un parti d’avant-garde ou un Etat bureaucratique. Dans ces conditions de domination autoritaire, les idéaux classiques libertaires développés plus tard par Marx et Bakounine et tous les autres vrais révolutionnaires ne peuvent se réaliser. L’homme ne sera pas libre de stimuler au maximum ses potentialités, et le producteur demeurera "un fragment d’être humain, dégradés un outil dans une production dirigée d’en haut."

L’expression "action révolutionnaire spontanée" peut prêter à confu-sion, surtout à une époque où on parle trop à la légère de "spontanéité" et de "révolution". Les anarcho-syndicalistes, au moins, prirent très au sérieux la remarque de Bakounine que les organisations de travailleurs doivent créer "non seulement les idées mais aussi les faits du futur lui-même" (32) dans la période prérévolutionnaire. Les réalisations de la révolution populaire en Espagne, en particulier, étaient fondées sur un patient travail de plu-sieurs années d’organisation et d’éducation, une des branches d’une longue tradition de dévouement et de militantisme. Les résolutions du Congrès de Madrid en juin 1931, et du Congrès de Saragosse en mai 1936, prévoyaient dan-s de nombreux domaines les actes de la révolution, tout comme les idées assez différentes esquissées par Santillán dans son évocation très précise de l’organisation sociale et économique que la révolution devait appliquer.

Guérin écrit : "La Révolution espagnole était donc relativement mûre dans le cerveau des penseurs libertaires, comme elle l’était dans la consci-ence populaire." (33) Et les organisations de travailleurs existaient avec leur structure, l’expérience et la compréhension nécessaires pour entrepren-dre la tache de la reconstruction sociale lorsque, avec le coup d’Etat de Franco, l’agitation du début de l’année 1936 déboucha sur l’explosion de la révolution sociale. Dans son introduction à un recueil de documents sur la collectivisation en Espagne, l’anarchiste Augustin Souchy écrit : "Depuis de longues années, les anarchistes et les syndicalistes d’Espagne considé-raient comme leur but suprême la transformation sociale de la Société. Dans leurs assemblées de syndicats et de groupes, dans leurs journaux, leurs brochures et leurs livres, le problème de la Révolution sociale fut discuté sans cesse et d’une façon systématique." (34)

Et tout cela accompagnait les réalisations spontanées de l’oeuvre constructive de la Révolution espagnole.

Les idées du socialisme libertaire, dans le sens de cette description, ont été oubliées dans les sociétés industrielles de la première moitié de ce siècle. Les idéologies dominantes ont été celles du socialisme d’Etat ou du capitalisme d’Etat (à caractère de plus en plus militarisé aux Etats-Unis, pour des raisons parfaitement claires (35). Mais ces idées ont trouvé un renouveau d’intérêt ces dernières années. Les thèses que j’ai citées d’Anton Pannekoek sont tirées d’une brochure récente d’un groupe d’ultra-gauche de travailleurs français Informations Correspondances Ouvrières (36). La citation de William Paul sur le socialisme révolutio-nnaire vient d’un article de Walter Kendall lu à la Conférence nationale sur le Contrôle Ouvrier à Sheffield, en Angleterre en mars 1969.

Le mouvement pour le contrôle ouvrier est devenu une force importante en Angleterre ces dernières années. Il a organisé plusieurs conférences et a publié un nombre respectable de brochures, et compte parmi ses membres actifs des représentants des syndicats les plus importants. Le syndicat des ouvriers de la mécanique et de la fonderie, par exemple, a adopté, comme politique officielle, le programme de la nationalisation des industries essentielles sous "le contrôle des travailleurs à tous les niveaux" (37). Sur le continent, il y a d’autres développements identiques. Mai 1968 a, naturellement accéléré l’intérêt croissant pour le communisme de conseil et des idées semblables, en France et en Allemagne, tout comme en Angleterre.

Etant donné la composition globale conservatrice de notre société hautement idéologique, il n’est pas étonnant que les Etats-Unis aient été relativement insensibles à ces évènements. Mais cela aussi peut changer. L’érosion du mythe de la guerre froide rend au moins possible de poser ces questions dans des cercles plus larges. Si la vague actuelle de répression peut être repoussée, si la gauche arrive à surmonter ses tendances les plus suicidaires et à construire sur ce qui a été fait ces dix dernières années, alors le problème est de savoir comment organiser la société industrielle sur des fondements vraiment démocratiques, avec le contrôle démocratique sur les lieux de travail et d’habitation, deviendra la question intellectuelle dominante pour ceux qui sont sensibles aux problèmes de la société d’aujourd’hui, et, si un mouvement de masse pour le socialisme libertaire se fait jour, on passera de la spéculation à l’action.

Dans son manifeste de 1865, Bakounine a prédit qu’un élément de la révolution sociale sera "cette partie intelligente et vraiment noble de la jeunesse qui, quoique appartenant par la naissance aux classes privilégiées, par ses convictions généreuses et ses ardentes aspirations, embrasse la cause du peuple." (38) Il est peut-être possible de voir le début de l’accomplissement de cette prophétie dans le soulèvement du mouvement étudiant des années 60-70.

Dans son ouvrage L’Anarchisme, Daniel Guérin a entamé ce qu’il décrit ailleurs comme étant "un procès en réhabilitation". Il considère, de façon convaincante à mon avis, que "les idées constructives de l’anarchie sont toujours vivantes, qu’elles peuvent, à condition d’être réexaminées et pa-ssées au crible, aider la pensée socialiste contemporaine à prendre un nouveau départ." (39) "et contribuent à enrichir le marxisme" (40), Sur le "bon dos" de l’anarchisme, Guérin a choisi, pour mieux les étudier, les idées et les actions qui peuvent être décrites comme socialistes libertaires. C’est naturel et raisonnable. Ce schéma englobe les porte-paroles anarchistes les plus importants, tout comme les actions de masse qui ont été animées par des sentiments et des idéaux anarchistes. Guérin aborde non seulement la pensée anarchiste, mais également les nouvelles formes sociales de la lutte révolutionnaire. En outre, il s’efforce de tirer des réalisations concrètes du passé des leçons qui enrichiront la théorie de la libération sociale. Pour ceux qui souhaitent non pas seulement comprendre le monde, mais aussi le changer, c’est la voie appropriée pour étudier l’histoire de l’anarchisme.

Guérin décrit l’anarchisme du XIX siècle comme étant essentiellement doctrinal, alors que le XX siècle, pour les anarchistes, a été l’époque de la "pratique révolutionnaire" (41). Le présent ouvrage reflète ce jugement. Son interprétation de l’anarchisme vise consciemment l’avenir. Arthur Rosenberg a indiqué que les révolutions populaires se caractérisent par leur volonté de remplacer "une autorité féodale ou centralisée gouvernant par la force" par une forme de système communal qui "implique la destruction et la disparition de la vieille forme de l’Etat". Un tel système sera ou bien socialiste ou bien "une forme extrême de démocratie [... ce qui est] la condition préliminaire à un socialisme, puisque le socialisme ne peut se faire que dans un monde jouissant de la plus grande liberté individuelle possible." Cet idéal, note-t-il, était commun à Marx et aux anarchistes (42). La lutte naturelle pour la libération va à l’encontre de la tendance géné-rale vers la centralisation dans l’économie et la vie politique.

Il y a un siècle Marx écrivit que la classe moyenne française qui avait rallié la classe ouvrière (43), "sentait qu’il n’y avait plus qu’une alternative, la Commune ou l’empire, sous quelque nom qu’il pût réapparaître. L’empire l’avait ruinée économiquement par son gaspillage de la richesse publique, par l’escroquerie financière en grand, qu’il avait encouragée, par l’appui qu’il avait donné à la centralisation artificiellement accélérée du capital, et à l’expropriation corrélative d’une grande partie de cette classe. Il l’avait supprimée politiquement, il l’avait scandalisée morale-ment par ses orgie, il avait insulté à son voltairianisme en remettant l’éducation de ses enfants aux frères ignorantins, il avait révolté son sentiment national de Français en la précipitant tête baissée dans une guerre -qui ne laissait qu’une seule compensation pour les ruines qu’elle avait faites : la disparition de l’empire." (44)

Le misérable second empire "était la seule forme de gouvernement possible, à une époque où la bourgeoisie avait déjà perdu - et la classe ouvrière n’avait pas encore acquis - la capacité de gouverner la nation."(45)

Il n’est pas très difficile de reprendre ces remarques afin qu’elles s’appliquent aux systèmes impérialistes de 1980 (46). Le problème de "libérer l’homme du fléau de l’exploitation économique et de l’esclavage politique et social" demeure le problème de notre époque. Aussi longtemps que cela durera, les doctrines et la pratique révolutionnaire du socialisme libertaire serviront d’inspiration et de guide.

Noam CHOMSKY

Notes

I - Octave Mirbeau, I9-2-I894, à propos d’Emile Henry, cité par Maitron Le mouvement anarchiste en France, tome I, p. 246 (Chomsky prend la citation dans James Joll The Anarchists, pp. 145-146).

2 - Il s’agit, répétons-le de la présentation de l’édition en anglais du livre de Guérin, et ce texte est d’abord paru dans le New York Review of Books le 21 mai 1970, le texte que nous présentons est légèrement remanié par l’auteur (Note du traducteur, NDT).

3 - Rudolf Rocker Anarchosyndicalism [Je me suis reporté aussi au texte espagnol édité par Picazo en 1978, p. 36.,NDT]

4 - O. c., p. 108.

5- O. c., p. 77. Il s’agit d’une citation de Bakounine d’un texte présente par Max Nettlau dans Der Anarchismus von Proudhon zu Kropotkin en 1927.

6 - O. c., p. 77, également de Bakounine.

7 - O. c., Rocker p. 94.

8 - Abad de Santillán El organismo económico de la Revolución, Madrid, 1978, p. 200. Dans le dernier chapitre écrit plusieurs mois après le début de la révolution, Santillán exprimait son regret par rapport à ce qui avait été obtenu jusqu’alors, en suivant cette ligne d’action. Sur les réalisations de la révolution sociale en Espagne, voir mon livre L’Amérique et ses nouveaux mandarins et les textes cités, par la suite. L’étude importante de Broué et de Témime a été traduite en anglais. Depuis d’autres études importantes sont parues, en particulier : Frank Mintz L’autogestion dans l’Espagne révolutionnaire, César Lorenzo Les anarchistes espagnols et le pouvoir 1868-1969, Gaston Leval l’Espagne libertaire 1936-I939. On peut se reporter également à Vernon Richards Enseignement de la révolution espagnole.

9 - Cité par Robert C. Tucker The Marxian Revolutionary Idea (le texte français vient de Marx, Engels, Lénine Sur l’anarchisme et l’anarcho-syndicalisme, Moscou, 1973, pp. 191-192, et il est daté du 12 mai 1883).

1O - Lettre à Herzen et Ogareff de 1866 ; citée par Daniel Guérin dans Jeunesse du socialisme libertaire, p. 119.

11 - Ni Dieu ni Maître, III P. 74.-

12 - Martin Buber Chemins de l’utopie (retraduit de l’anglais).

13 - "Aucun Etat, si démocratique que soient ses formes, voire la république la plus rouge, populaire uniquement au sens de ce mensonge connu sous le nom de représentation du peuple, n’est en mesure de donner à celui-ci ce dont il a besoin, c’est-à-dire la libre organisation de ses propres intérêts de bas en haut, sans aucune immixtions tutelle ou contrainte d’en haut, parce que tout Etat, même le plus républicain et le plus démocratique, même pseudo populaire comme l’Etat imaginé par M. Max, n’est pas autre chose, dans son essence, que le gouvernement des masses de haut en bas par une minorité savante et par cela même privilégiée, soi-disant comprenant mieux les véritables intérêts du peuple que le peuple lui-même." (Bakounine Étatisme et Anarchisme, 1873, trad. Body, "Oeuvre, IV, p. 220) "Mais le peuple n’aura pas la vie plus facile quand le bâton qui le frappera s’appellera populaire. " (o. c., p. 219) Marx, bien évidemment, voyait les choses différemment. On peut lire l’effet de l’influence de la Commune de Paris sur cette dispute, en se référant aux commentaires de Guérin dans Ni Dieu ni Maître, publiés également dans Pour un marxisme libertaire.

14 - Sur la "déviation intellectuelle" de Lénine à gauche en 1917, voir Robert Vincent Daniels The state and the Revolution : a case study in the genesis and transformation of communist ideology, dans American Slavic and East European Review, vol. 12, n° I, 1953.

15 - Paul Mattick Marx and Keynes, p. 295.

16 - Bakounine La Commune de Paris et la notion d’État, dans Ni Dieu ni Maître, tome I, pp. 161-162. La remarque finale sur les lois de la nature individuelle comme condition de la liberté peut être rapprochée de la démarche de la pensée créatrice développée par les traditions rationalistes et romantiques, voir mes livres Linguistiques cartésiennes et Langage et Pensée.

17 - Shlomo Avineri The social and political thought of Karl Marx, p. 142 à propos de certains commentaires sur La Sainte Famille, Avineri affirme que dans le mouvement socialiste seuls les kibboutzim israéliens "se sont rendu compte que les modes et les formes de l’organisation sociale présente détermineront la structure de la future société". C’était, précisément, une idée caractéristique de l’anarcho-syndicalismes comme on l’a déjà vu.

18 - Rocker o. c., p. 28.

19 - Marx Critique du programme de Gotha, éd. Spartacus, p. 24.

20 - Marx Grundrisse, cité par Mattick o. c.,p. 306. A ce propos voir aussi l’essai de Mattick dans Workers Control édité par Priscilla Longs et Avineri o. c.

21 - Marx Le Capital retraduit de l’anglaise cité par Robert Tucker, qui souligne le fait que Marx considère le révolutionnaire plus comme un "producteur frustré" que comme un "consommateur insatisfait", dans The Marxian Revolutionary Idea. Cette critique plus radicale des rapports capitalistes de production est une conséquence directe de la pensée libertaire du Siècle des Lumières.

22 - Marx Le Capital (retraduit de l’anglais) cité par Avineri o. c., p. 83.

23 - Pelloutier L’Anarchisme.

24 - Qu’est-ce que la propriété. L’expression "la propriété, c’est le vol" ne plaisait pas à Marx, pour des considérations de logique, vu que le vol présuppose l’existence d’une propriété légitime. Voir Avineri o. c.

25 - Cité par Buber o. c.

26 - Cité par J. Hampden Jackson Marx, Proudhon and European Socialism,p. 60, texte français dans Tocqueville Œuvres, Gallimard, tome XII, pp. 37-38.

27 - Marx La guerre civile en France éd. Sociales, 1963, p. 68. Avineri souligne que ce commentaire et d’autres de Marx sur la Commune ne font référence qu’à des intentions ou des projets. Comme Marx s’en expliqua ailleurs, son appréciation de cette expérience était plus critique que dans cette allocution.

28 - Marx o. c., pp. 81-82-84.

29- Ni Dieu ni Maître, II, p. 22.

30 - I. C. 0. La grève généralisée en France, 1968. [édité en collaboration avec le groupe anarcho-communiste Noir & Rouge qui publiait en même temps Autogestion, Etat et révolution, NDT]

31 - voir Walter Kendall The revolutionary movement in Britain. 32 - voir note 5 et 6.

33 - L’Anarchisme, p. 146.

34 - Collectivisations : l’Oeuvre constructive de la révolution espagnole, Toulouse,CNT, p.8 .

35 - Voir Mattick Marx and Keynes, Michael Kidron Western capitalism since the war et mon livre At war with Asia. 36 - Groupe dissous en 1972, il réunissait sur une information concrète, et malgré quelques tensions, des anarchistes, des conseillistes et des militants sans étiquettes (NDT).

37 - voir Hugh Scanlon The way forwards for Workers Control, Scanlon est le président du syndicat des ouvriers de la mécanique et de la fonderie, un des plus nombreux d’Angleterre. Après la VI Conférence sur le contrôle ouvrier en mars 1968, un institut fut créé qui sert de centre de diffusion de l’information et de stimulation de la recherche.

38 - Ni Dieu ni Maître, I, p.175.

39 - o. c., p. 7.

40 - Cette partie de phrase ne se trouve plus dans Ni Dieu ni Maître, mais était dans l’édition de 1965, Daniel Guérin a bien voulu me répondre sur ce point : "J’ai repris cette introduction (en la modifiant) aux pages 19 et 22 de mon livre Pour un marxisme libertaire (1969), en la datant de 1965, qui était celle de la publication de Ni Dieu ni Maître des Editions de Delphes (en même temps que celle de la première édition de L’Anarchisme chez Gallimard). " (lettre du 22-7-1980) "Je voudrais ajouter une précision que j’ai omise, à savoir la présence dans la dernière édition, celle de 1976, de mon livre L’Anarchisme d’un texte intitulé "Anarchisme et marxisme", datant de 1973 et issu d’une conférence -que j’avais faite à New York." (Lettre du 23-7-1980) (NDT).

41 - Selon Guérin.

42 - Arthur Rosenberg A history of Bolshevism, p. 85.

43 - Avec l’accord de l’auteur une correction de style a été apportée, puisque la citation était présentée comme concernant la classe ouvrière alors que Marx évoque la bourgeoisie (NDT).

44 - Marx La guerre civile en France, reproduit dans Marx, Engels, Lénine Sur la Commune de Paris, Moscou, 1971, p. 66.

45 - Marx o. c, p. 59.

46 - En accord avec l’auteur la date de 1970 est modifiée en 1980.



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