12 mai 2010

Sobre la violencia. Michael P.Ghiglieri


La especie viva más cercana a la nuestra es la de los chimpancés. Jane Goodall los estudia en África desde hace 40 años. Lo que comenzó como una aventura individual se volvió, con el tiempo, un trabajo de equipo, y, en la actualidad, es una organización que realiza una importante actividad que va mucho más allá de la observación de campo de nuestros primos. Salvar a los chimpancés es uno de sus objetivos, y entra dentro de otro de mayor calado, el de salvar la naturaleza, y el de salvarnos, con ella, a nosotros mismos. Una vez más, el altruismo revela, en sus profundidades, un egoísmo inteligente. La moral de amplio calado, que abarque más allá de nosotros y de nuestros más cercanos allegados, requiere un aparato cognitivo que realice abstracciones, cree categorías y juegue adecuadamente con ellas, así como de un sistema emocional mamífero basado en las vinculación madre-hijo. También es preciso un entorno de relativa prosperidad, en el que exista una ligera liberación de la necesidad, al menos de la inmediatez de la necesidad. Somos más generosos con la tripa llena y la supervivencia relativamente garantizada. La ley de la selva se supera con la civilización…..en parte. Aunque no están genéticamente determinadas nuestras conductas de forma absoluta, sí somos un diseño biológico, un producto de la evolución y, como tales, tenemos algunos programas invariables. Las tendencias violentas masculinas parecen ser uno de ellos, y afloran casi siempre bajo determinadas circunstancias.

Michael Patrick Ghiglieri comenzó trabajando con Goodall en la Reserva de Gombe, en Tanzania, pero por razones políticas (intento de secuestro de Goodall incluido) acabó en el bosque de Kibale, en Ruanda. Allí realizó un estudio meticuloso de la ecología chimpancé. La primera medida que adoptó fue la de no darles comida, cosa que se estilaba en Gombe. Creía Ghiglieri que esto perturbaría el comportamiento del grupo primate de forma tal que no pudiese apreciarse cómo eran verdaderamente los chimpancés en estado salvaje. Ghiglieri tomó medidas del territorio, de los consumos alimentarios, de los tamaños de grupo, de los árboles frutales, etc etc. Concluyó que la estructura grupal de los chimpancés en estado salvaje es de fusión-fisión. Los chimpancés forman grupos pequeños y en ocasiones van solos en busca del alimento, y cuando hay suficiente se reúnen en grupos mayores. Son animales extremadamente sociales, que necesitan esos momentos de reunión. Otra de las características de los grupos chimpancés, es la exogamia femenina. Son las hembras las que, a diferencia de lo que sucede en otras muchas especies primates, abandonan el grupo al llegar a su madurez sexual. Esto crea grupos con un núcleo duro de machos genéticamente emparentados rodeado de una constelación de hembras venidas de otros grupos. Los machos forman, de esta manera, una unidad de interés genético. Dado que comparten sus genes también comparten a sus hembras, y también otros recursos vitales. El enemigo está siempre fuera del grupo: el enemigo es el otro. Ghiglieri cree que los humanos somos, al igual que los chimpancés, animales con una mente diseñada para operar dentro de grupos excluyentes, que se hacen la guerra. Tenemos en común con ellos un 99% del genoma y un origen africano.

Gracias al notable desarrollo tecnológico y económico de nuestra civilización (debido, todo sea dicho, al comercio, al intercambio que superan barreras nacionales, étnicas y raciales –tomen nota los liberticidas) podemos expresar lo mejor de nuestros instintos, nuestra también natural benevolencia. Pero la lucha por el poder y por los recursos, la lucha por acceder a las hembras y por imponerse al extraño, siguen enturbiando las relaciones sociales, tanto en los foros internacionales como dentro de cada nación, cada ciudad y cada vecindario. El lado oscuro del hombre se manifiesta a través de violaciones, asesinatos y, en mayor escala, a través de guerras y genocidios. El macho que encuentre dificultades severas para aparearse con hembras de su gusto podrá tomarlas por la fuerza, cuando crea que puede hacerlo sin peligro. Igualmente, si puede obtener los recursos con los que conquistar a una hembra de forma fraudulenta o violenta, a falta de capacidad u oportunidad de hacerlo de forma honrada y pacífica, lo hará. Ya hemos hablado aquí del lado amable del hombre. Quien quiera mirar a la otra cara de Jano, la siniestra, y comprender de esta forma cabalmente lo que somos, deberá leer el libro de Ghiglieri sobre el particular.

-¿Cuál es la diferencia entre la violencia ejercida por individuos y por grupos? ¿Puede hablarse de micro y macroviolencia?

Hasta donde yo lo veo, las diferencias entre la violencia ejercida entre individuos y la ejercida entre grupos pivotan principalmente sobre la idea percibida o imaginada de que el riesgo (o riesgos) para los perpetradores parece ser menor para los individuos del grupo que el riesgo en el que incurriría un solo hombre si hubiera de enfrentarse en combate singular a un solo oponente enemigo. En un grupo, cada hombre puede imaginar que algún otro de entre ellos será el que sufra, y no él. La otra diferencia importante es que varias clases de propaganda, de polémica o de discusión política emergen como lubricante emocional para validar por anticipado una ofensiva por parte de un grupo social, mientras que casi nada de esta clase ocurre antes de que un individuo cometa violencia ofensiva.

Creo que las distinciones entre “macro” y “micro” en el espectro de la violencia son una tontería. ¿Cuántas veces hace falta que te den una paliza o te asesinen para empezar a pensar de cualquier violencia que es “micro”? Brevemente, la violencia se usa principalmente para robar algo que la víctima tiene, ya sea esa víctima una mujer soltera o una nación vecina. Una vez que un cierto nivel de violencia ha alcanzado su objetivo —la entrega de lo que el agresor (o agresores) quiere robar— la necesidad de violencia ha cesado. A veces la mera coerción (como es el objetivo final del terrorismo) por la amenaza es todo lo que hace falta. Pero cuando no hay violencia en absoluto excepto las palabras de amenaza, ¿podemos llamarla “micro”? Creo que no. Toda violencia es “macro”.

-Respecto a la violencia ejercida por grupos, ¿podríamos distinguir entre la ejercida hacia exogrupos de la ejercida en el endogrupo?

Puede usted distinguirlas si quiere, pero toda violencia social es “validada” simplemente identificando otro grupo social —ya endo, ya exogrupos— como diferente, como reprobable en algo, y como enemigo. Esto es básicamente todo lo que hace falta, desafortunadamente, entre enteramente demasiados humanos corrientes, para que la animosidad estalle en violencia.

-¿Son útiles la teoría de juegos y la selección multinivel para explicar estas dinámicas de grupo?

Es posible. Pero, afrontémoslo, a la violencia subyacen emociones. Cierto, la lógica es importante para el cerebro humano (y tal vez incluso para el cerebro chimpancé), pero la emoción es lo que gobierna en definitiva la conducta humana. Y la evolución ha programado todas nuestras emociones para maximizar nuestra supervivencia y éxito reproductivo impulsándonos a actuar, a veces violentamente, cuando parezca que estamos en una situación en la que podamos obtener provecho de ello. ¿Qué tal computa o integra las emociones la teoría de juegos?

-Para reforzar los lazos dentro de cada grupo, ¿necesita la violencia intergrupal de otros instintos sociales, como la lealtad, el compañerismo, el altruismo…?

La violencia social probablemente no ocurriría en absoluto sin lealtad, compañerismo, altruismo… todos los cuales se basan en la selección de parentesco y/o el altruismo recíproco.

-Hablando de la violencia contra exogrupos: ¿hasta qué punto o en qué circunstancias es la guerra un resultado de la lucha por recursos escasos, como notó Marvin Harris?

El libro más importante sobre este aspecto de la violencia es el de Thomas F. Homer-Dixon Environment, Scarcity and Violence (1999). Si hubiera yo de tener sólo dos textos sobre la violencia en mi biblioteca, serían mi propio The Dark Side of Man y el bien investigado libro de Homer-Dixon. En contraste, la obra de Marvin Harris está basada en en ideas sociales que emanan de las ciencias sociales partidarias de la selección de grupo, un concepto que la biología evolucionista ha demostrado repetidamente que es falaz. No soy, por tanto, un fan de la obra o las ideas de Marvin Harris. Pero, dicho esto, toda violencia apunta al robo. Y cuando la escasez ambiental —o aun una meramente imaginada escasez de algún recurso— entra en el cuadro, automáticamente se enciende el detonador para hacer estallar la violencia.

-¿Qué papel desempeña la amenaza, en términos generales, en la violencia?

La amenaza es el instrumento que usan los ofensores para evitar el gasto o riesgo de intentar efectivamente el uso de la violencia para robar lo que sea que deseen de su víctima (o víctimas). Las amenazas no siempre son genuinas. Muchas amenazas pueden ser baladronadas. La persona (o personas) que amenaza no tiene ninguna intención de arriesgarse a infligir violencia, pero cree que hay una buena probabilidad de que sus víctimas creerán que la amenaza es genuina y por tanto entregarán lo que el perpetrador exige. Esto es, por supuesto, cobarde, pero sigue siendo violento. Las amenazas también pueden ser genuinas: el perpetrador tiene toda la intención de usar violencia para robar lo que quiere, pero queda aún más contento si no corre ningún riesgo al hacerlo. Las víctimas en potencia deben en general tratar todas las amenazas como reales y responder a quien amenaza con una acción defensiva decisiva. En suma, todas las amenazas deben considerarse violencia en sí mismas.

-¿Con que extensión es la violencia una defensa, más que un ataque?

En casi todas las artes marciales, todas las técnicas y aptitudes violentas se enseñan en un contexto defensivo. Tan es así que el (o la) perfecto artista marcial nunca necesitaría emplear sus habilidades violentamente si ejerciese perfecta vigilancia para evitar acciones ofensivas en su contra. Si, sin embargo, la vigilancia no consigue evitar el conflicto, muchas artes marciales enseñan devastadoras y letales respuestas al ataque. El atacante, normalmente, resultaría muerto. Así pues, si entiendo correctamente su pregunta, o no tiene ninguna respuesta sencilla o carece de sentido. Defenderse justificadamente puede ser más violento, pero, repito, justificado, que la violencia del perpetrador que inició la confrontación.

La única defensa contra la violencia, por cierto, es la disposición a ejercer aún más violencia en respuesta en autodefensa.

-Se habla mucho hoy en España sobre la violencia de género, o violencia machista, refiriéndose a la violencia ejercida por un hombre sobre una mujer (generalmente su pareja o expareja), como si esto fuera una asalto de todos los hombres sobre todas las mujeres. ¿Qué opinión le merece este espinoso asunto?

Personalmente, no creo que la cuestión sea tan espinosa. Los ataques de varones a mujeres son un fenómeno individual y son odiosos caso por caso. Decir que son un asalto de todos los varones a todas las mujeres es una tontería y erróneo en este contexto. Por otra parte, es del todo preciso si las leyes sociales diseñadas por una sociedad para combatirlos son inefectivas en ejecución o severidad. En suma, si una sociedad proporciona sólo una sanción legal de boquilla que dice que la agresión masculina contra las mujeres es mala pero en realidad no protege efectivamente a las mujeres ejerciendo una justicia fuerte, una ley del talión, contra los atacantes convictos (ya sean varones o mujeres), entonces lo que esa sociedad está diciendo en realidad es que acepta un estilo de vida social en el que no está mal que haya un estado activo de asalto de todos los varones contra todas las mujeres (un poco como lo que se informa que ocurre en Arabia Saudí).

-¿Pueden las leyes hacer decrecer significativamente el número de casos de esta clase de violencia, o se trataría de unas tentativas condenadas al fracaso?

Las leyes contra cualquier cosa, incluida la violencia machista contra las mujeres, son útiles o efectivas sólo en la medida en que la sociedad que hace esas leyes está dispuesta a castigar a los ofensores. Si, por ejemplo, todos los varones convictos de violencia machista contra mujeres fueran castrados en la plaza pública inmediatamente después del juicio, la violencia contra las mujeres casi desaparecería. Afrontémoslo. La mayoría de los varones son mucho más fuertes y más violentos que las mujeres, y las mujeres lo saben. Así es cómo meras amenazas de violencia por varones son efectivas para obligar a una mujer a capitular ante las demandas de un agresor masculino. Los varones son tan conscientes de esto que normalmente una de las primeras tácticas que los violadores usan contra las mujeres es la amenaza de dañarlas a menos que capitulen a la copulación, etcétera. Repito que la amenaza verbal de violencia es, en mi opinión, igual en gravedad y violencia a la violencia de hecho en sí.

Lo esencial aquí es que un grupo social que desee proteger a las mujeres de los abusos de los varones debe estar dispuesto a castigar a los varones convictos tan severamente que jamás sean capaces de volver a dañar a su víctima. Esto significa largos encarcelamientos y, al ser liberados de la prisión (si esto ocurriese), colocación obligatoria de un collar bloqueado con radiolocalización y GPS que evite eficazmente que el hombre se acerque a 20 kilómetros de su víctima, de por vida. Demasiado a menudo el sistema legal pone en libertad a un ofensor violento que inmediatamente se dirige en línea recta a su anterior víctima para agredirla o asesinarla. Esta clase de cosas es un fracaso de la sociedad y del sistema legal, un fracaso que es inexcusable e inaceptable. Si la gente está dispuesta a afrontar este desafío de hacer leyes y hacerlas cumplir por completo, entonces no debería ser un gran problema. Si, en cambio, las leyes están solamente como espectáculo político, y su cumplimiento es inefectivo, entonces la cuestión sí se vuelve “espinosa”.

-¿Es la religión una fuente de violencia, tal y como sugiere Dawkins?

Yo fui criado como católico romano. A pesar de esto, debo convenir en que la peor invención de la especie humana —reinventada independientemente por muchas sociedades por toda la Tierra— es la de la religión organizada. Es triste decirlo, pero es cierto que la religión organizada ha sido incesantemente mal usada como trampolín del sentimiento de “justicia” que ha validado el asesinato y pillaje de más seres humanos en el mundo a lo largo de toda la historia que todas las demás justificaciones de la violencia en la sórdida historia de la humanidad. Este azote es aún tan evidente en nuestro mundo de hoy con las incesantes fatwas de letal terrorismo en nombre de Alá que apenas es preciso mencionarlo. Esta historia de asesinato de la religión organizada, infortunadamente, está paradójicamente en completa contradicción con la sabiduría de todos los mayores profetas del mundo, incluídos Buda, Cristo, Mahoma, etcétera, en cuyas enseñanzas se basan ostensiblemente estas religiones organizadas.

-Hace tiempo que se descubrió que los chimpancés no son pacíficos, y que practican el infanticidio y otras clases de asesinato. Los bonobos no son particularmente pacíficos, pero tienden a resolver conflictos sexualmente y las hembras tienen un papel más prominente en sus sociedades. Frans de Waal, en su libro “El Mono que Llevamos Dentro” decía que el hombre es alfo intermedio entre estas dos especies en lo que se refiere a las tendencias agresivas. ¿Somos más bonobos o chimpancés?

Somos más como los chimpancés. Los bonobos también son más como los chimpancés que lo que la mayoría de los autores está dispuesta a admitir.

-¿Cómo explicaría la violencia evolutivamente?

La violencia de todas clases que se ve en el mundo viviente —incluida la perpetrada por seres humanos entre sí o contra otras especies o contra ecosistemas enteros— es casi siempre, simplemente, una estrategia natural “elegida” de entre un repertorio de estrategias evolutivas disponibles para (o instintualmente programadas en) el perpetrador para robar algo de la víctima. Este algo puede ser el cuerpo de la víctima, su capacidad reproductiva sexual, recursos territoriales, bienes, dinero, cónyuge(s), etcétera. La violencia puede ser la estrategia de último recurso del perpetrador cuando otras estrategias han fallado. O, en lugar de eso, la violencia puede ser simplemente la estrategia más cómoda para el perpetrador. O, por fin, la violencia puede ser la estrategia que requiera la mínima reflexión inteligente por parte del perpetrador. Los perpetradores generalmente usan la violencia cuando se enfrentan a una víctima (u oponente) incapaz de desquitarse con igual o superior violencia. En suma, los perpetradores violentos buscan presas menos peligrosas que ellos mismos.

Lo que los perpetradores violentos generalmente roban —o buscan robar— son recursos que directa o indirectamente favorecen un aumento de su éxito reproductivo. Esto puede incluir los ejemplos obvios como el varón que viola a una mujer que generalmente no consentiría en emparejarse con él en ninguna otra circunstancia. Por tanto decide que la violación (que consiste en la violencia y/o la amenaza de violencia para obligar a su víctima) es la única manera segura de copular con ella. O el perpetrador puede buscar dinero en un atraco. Ya que a las mujeres las atraen más los varones (siendo lo demás igual) con mayor riqueza evidente, el atraco puede traducirse en más oportunidades para el sexo y la reproducción. Los perpetradores pueden ser un grupo social coordinado —como el ejército de una nación— que atacan juntos para robar territorio de una nación vecina y los recursos que haya en él. Las sofisterías usadas para justificar tal violencia pueden ser religiosas o políticas, pero esa propaganda es un mero revestimiento sobre el antiguo instinto evolutivo de, simplemente, reproducir más de los propios genes robando y usando los recursos y/o mujeres que pertenecen a otro grupo genéticamente menos similar. Tanto en un nivel individual como social, el uso de la violencia está inextricablemente unido al aumento del propio nivel social en casi todas las especies sociales, incluídos los humanos (fíjese en lo que ocurre en cualquier grupo de muchachos sin supervisión). Un status más alto simplemente significa que se tiene acceso preferencial a recursos limitados pero importantes, que los congéneres de uno necesitan. Obtener acceso preferencial suele traducirse en un aumento en la supervivencia y el éxito reproductivo.

Existe en los seres humanos una enorme diferencia en la manifestación de la violencia entre los sexos. Las mujeres en general usan la violencia sólo para protegerse a sí mismas o sus intereses reproductivos. Los varones, sin embargo, pueden emplear y emplean la violencia para expandir sus intereses reproductivos. Ya que esta expansión puede extenderse más allá de cualquier horizonte, la capacidad masculina para la violencia —perpetrada ya por varones individuales o por grupos de varones— puede tender a una violencia sin límites. Casi todo esto es natural e instintivo, codificado acumulativamente en nuestros genes por la selección natural y la selección sexual mediante el mayor éxito reproductivo de los individuos violentos, pero el ser conscientes de esto no debería de ninguna manera traducirse para significar que la violencia ofensiva sea de alguna manera buena. La violencia masculina es el azote de la Humanidad y el autor de su brutal historia durante los pasados 10.000 años. No es nada de lo qu enorgullecerse ni que emular. Pero nuestra capacidad como individuos sociales y responsables para reducir la violencia entre nosotros y nuestros pares no puede sino verse ayudada por nuestra comprensión de sus raíces, sus manifestaciones y la clase de respuestas que oponemos a la violencia que se muestran más efectivas en reducirla. Para vencerla, debemos entenderla.

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