1 décembre 2011

FUTURO POSNEOLIBERAL DE LA POLÍTICA PÚBLICA: EL INGRESO CIUDADANO UNIVERSAL. JULIO BOLTVINIK1

JULIO BOLTVINIK1


El látigo del hambre y las condiciones para su superación


Abraham Maslow, autor de la teoría de la jerarquía de necesidades, señala que la experiencia puede revalorar las necesidades más prepotentes (las fisiológicas): “un hombre que ha renunciado a su trabajo por conservar el respeto a sí mismo, y que pasa hambre por seis meses, puede estar dispuesto a volver a su trabajo aun al precio de perder su autorespeto”. A pesar del carácter monótono del trabajo y de las humillaciones que le imponen, el proletario no puede renunciar a su trabajo porque está dominado por el látigo del hambre. Robert Heilbroner ha mostrado que en la historia de la humanidad hay tres formas de resolver el problema económico fundamental, que define como la movilización de la energía humana hacia el trabajo: la tradición, la coerción o látigo literal, y el látigo metafórico del hambre. La maldición que Jehová impuso a los seres humanos expulsados del paraíso: “ganarás el pan con el sudor de tu frente”, simboliza el mundo de la escasez en el que siempre ha vivido el ser humano.


Las condiciones para superar esta maldición están dadas desde hace casi medio siglo. Radovan Richta, encabezando un amplio grupo multidisciplinario de científicos checoeslovacos, afirmó en 1968 en La civilización en la encrucijada, que la automatización “elimina completamente las actividades del hombre en la producción directa y la traslada a las etapas preproductivas: a la preparación tecnológica, la investigación, la ciencia, la preparación del hombre”. La automatización hace posible eliminar el arduo trabajo físico: ganarse el pan sin el sudor de la frente. Distinguen, brillantemente, entre necesidad externa e interna: De la revolución científico técnica surge la gran esperanza de superar la alienación y recuperar el carácter creativo de la actividad humana: “una vez que el hombre cesa de producir las cosas que las mismas cosas pueden producir en su lugar, se abre ante él la posibilidad de consagrarse a una actividad creadora que movilice todas sus fuerzas, a la expansión de sus capacidades. La difusión general de estetipo de actividad humana marcará de hecho la superación del trabajo. La necesidad externa...cede su lugar a la necesidad interna del hombre... entonces desaparece la contradicción abstracta entre el trabajo y el placer, entre el trabajo y el tiempo libre: la actividad humana se confunde con la vida”.


El ingreso ciudadano universal como medio de salvación del capitalismo


Pero esta esperanza parece no poder alcanzarse en el capitalismo. El sistema salarial, esencia del capitalismo, se comprime al extremo con la automatización total porque los robots no perciben salarios ni necesitan consumir. El desempleo se generaliza y, como consecuencia, no hay suficientes compradores a quien vender los bienes producidos, que pueden crecer exponencialmente. El desarrollo de las fuerzas productivas compatible con el capitalismo, parece llegar a su fin. Esta aguda contradicción fue percibida desde el interior del sistema, por instituciones y personas interesadas en la reforma del capitalismo y no en su eliminación. Sobresale, al respecto, el economista Robert Theobald, uno de los precursores de la discusión del ingreso ciudadano. En un libro que él compiló (El sueldo asegurado2), nos da a conocer que el concepto de sueldo asegurado (“garantía absoluta a la subsistencia abundante”) aparece, “quizás por primera vez” en la novela utópica de Edward Bellamy, Looking Backward, publicada en 1888, que la “inminente realidad de la abundancia ha determinado que renaciese el interés durante la década de 1960 y que se ha afirmado que el mismo es el método más apropiado de que dispone para impedir nuevos deterioros de la justicia social y la libertad individual”. Añade que uno de los factores que ha estimulado la discusión es la conclusión que “el permanente influjo de la transformación tecnológica impedirá dar empleo a todos los que lo solicitan”, lo que llevará a la necesidad de encarar algunas transformaciones fundamentales del actual sistema socioeconómico que funciona satisfactoriamente sólo cuando la abrumadora mayoría de los que buscan empleo pueden hallarlo”.


Theobald aborda otro cambio fundamental que el sueldo asegurado traería en la condición del ser humano: “eliminaría muchas relaciones institucionales que facilitan el control y la dirección del individuo”. El mecanismo del trabajo, que ahora sirve para controlar a los subordinados, empleados y al conjunto de la población, perdería (casi) totalmente tal función. Erich Fromm, en el mismo volumen, resalta que el sueldo garantizado “por primera vez podría liberar al individuo de la amenaza del hambre, lo haría auténticamente libre e independiente de las amenazas de carácter económico, nadie tendría que aceptar condiciones de trabajo movido simplemente por el temor del hambre, la mujer podría abandonar al esposo, el adolescente a su familia”.


André Gorz, el ingreso ciudadano universal y la superación del capitalismo.


La automatización determina inexorablemente la reducción creciente del tiempo de trabajo requerido para la producción de volúmenes crecientes de bienes y servicios. La sociedad y la cultura del trabajo, la sociedad salarial, van llegando a su fin. Es la hora de distinguir, como lo ha hecho André Gorz en Miserias del presente, riqueza de lo posible3, entre “la necesidad imperiosa de un ingreso suficiente y estable” y la “necesidad de actuar, de medirse con los otros, de ser apreciado por ellos”. Pero el capitalismo confunde ambas necesidades y funda sobre ellas su poder, añade Gorz.


Pero “lo que el capitalismo ha confundido podría ser de nuevo disociado: el derecho a un ingreso suficiente y estable ya no tendría que depender de la ocupación permanente y estable de un empleo; la necesidad de actuar, de ser apreciado por los otros ya no tendría que adoptar la forma de un trabajo encargado y pagado... El tiempo de trabajo dejaría de ser el tiempo social dominante”. Más allá de la sociedad salarial se dibujan así los contornos de una nueva civilización que corresponde a la aspiración mayoritaria a una vida multiactiva y a una autonomía que va más allá de la que muchas empresas han debido conceder a los trabajadores para superar el ‘fordismo-taylorismo’.


La sociedad del trabajo será reemplazada por la sociedad de la multiactividad, cambio necesario para la supervivencia (o reconstitución) de una sociedad en la cual personas y empresas puedan desarrollarse sacando partido de la nueva naturaleza de las fuerzas productivas y en la cual las formas de empleo flexibles, discontinuas, evolutivas, lejos de ser motivo de desintegración social, den nacimiento a nuevas formas de sociabilidad y de cohesión.


Gorz concluye que la sociedad de la multiactividad es otra sociedad, que el trabajo asalariado y el capitalismo deben desaparecer. Añade que para desarrollar la multiactividad será preciso que la sociedad se organice a tal fin por medio de un conjunto de políticas específicas que dispongan el espacio y el tiempo sociales de manera que todos esperen de todos que acumulen o alternen una pluralidad de actividades y de modos de pertenencia. Gorz plantea políticas tendientes a: garantizar a todos un ingreso suficiente; combinar la redistribución del trabajo con la reapropiación individual y colectiva del tiempo; y favorecer el florecimiento de nuevas sociabilidades, nuevos modos de cooperación e intercambio. Concebida por André Gorz como requisito de la sociedad de la multiactividad (que sustituiría a la del trabajo), la idea del Ingreso Ciudadano Universal ha dado lugar a la formación de la amplia Red Renta Básica, de la cual existen también ramas en Brasil y Argentina y próximamente en México. El senador brasilero Eduardo Suplicy relata que el alcalde de Brujas adoptó, en 1526, un programa de garantía de ingreso mínimo por recomendación de Juan Luís Vives; que Thomas Paine argumentó en 1795 que toda persona que tuviese tierra propia “debería destinar una parte de su rendimiento para un fondo que a todos pertenecería y del cual se pagaría a cada persona una renta básica como un derecho inalienable que fue abolido cuando fue instituida la propiedad privada”. Describe la experiencia de Alaska donde hay un fondo alimentado por impuestos al petróleo y del cual cada residente recibe 1700 dólares al año4.


Al referirse al ingreso ciudadano universal, Gorz (en Miserias del presente, riqueza de lo posible, p. 91) señala que debe reunir dos condiciones: ser suficiente para evitar la pobreza, y ser incondicional. La garantía de un ingreso inferior al mínimo vital es la postura de los neoliberales friedmanianos que buscan obligar a los desempleados a aceptar empleos con salarios recortados para volver rentables puestos de trabajo que ahora no lo son. En esta categoría ubica Gorz el workfare que asocia el derecho a una asignación de base muy baja (el welfare) con la obligación de trabajar sin pago o con pago mínimo. Gorz advierte que si el ingreso ciudadano universal es muy bajo puede convertirse en una subvención a los empleadores e impulsar la desregulación, precarización y flexibilización del trabajo (pp. 92-93).


En cambio, la asignación a todo ciudadano de un ingreso social de base suficiente “no apunta a forzar a quienes lo reciben a aceptar cualquier trabajo... [más bien] debe permitirles negarse a las condiciones de trabajo indignas, y [debe darles] la posibilidad de arbitrar entre el valor de uso de su tiempo y su valor de cambio, es decir entre las ‘utilidades’ que puede comprar vendiendo tiempo de trabajo y las que puede producir por la auto-valorización de ese tiempo... No debe dispensar de todo trabajo sino, por el contrario, volver efectivo el derecho al trabajo: no al ‘trabajo’ que se tiene porque a uno se lo ‘dan’ para hacer, sino al trabajo concreto que se hace sin que sea necesario que a uno le paguen...” (p.93).

Gorz analiza las razones por las cuales aceptó la idea de un ingreso social que permita ‘vivir sin trabajar’:


1) Cuando la inteligencia y la imaginación se convierten en la principal fuerza productiva, el tiempo de trabajo deja de ser la medida del trabajo.


2) La incondicionalidad del derecho a un ingreso de base suficiente levanta objeciones entre partidarios liberales y socialistas del ingreso ciudadano universal: ¿no va a producir una masa creciente de ociosos que viven del trabajo de los demás? Esta objeción enfrenta la dificultad de qué contenido darle al trabajo obligatorio que se exigiría como contrapartida de la asignación de base. Algunas respuestas, que trataron de evitar que este trabajo compitiera con el trabajo regular, terminaron proponiendo el absurdo de convertir el ingreso ciudadano universal en la remuneración del trabajo voluntario obligatorio.


3) El ingreso ciudadano universal es lo que mejor se adapta a una evolución que hace del nivel general de los conocimientos la fuerza productiva principal, ya que una de sus funciones es hacer del derecho al desarrollo de las capacidades de cada uno el derecho a una autonomía que trasciende su función productiva y existe por y para ella misma.


4) La objeción a los partidarios del ingreso ciudadano universal ¿de dónde van a sacar el dinero? pone el dedo en el callejón sin salida en el cual se interna el sistema debido a que a pesar de que el tiempo de trabajo ha dejado de ser la medida de la riqueza creada, sigue siendo la base de los ingresos de la mayoría. Cita una ‘metáfora’ de Wassily Leontief que sintetiza el punto: “Cuando la creación de riquezas no dependa más del trabajo de los hombres, éstos morirán de hambre en las puertas del Paraíso, a menos que se responda por medio de una nueva política de ingreso a la nueva situación técnica” (pp.95-99).


Leontief plantea así la consecuencia extrema de la contradicción entre desarrollo de las fuerzas productivas (que hace posible la automatización casi total) y las relaciones sociales de producción, que imponen que el tiempo de trabajo siga siendo la base del ingreso de la mayoría. Gorz sostiene que la consecuencia última del ingreso ciudadano universal es que equivale a una puesta en común de las riquezas socialmente producidas. El PIB se convierte en un verdadero bien colectivo, producto de un trabajo colectivo en el cual es imposible evaluar la contribución de cada uno, volviendo obsoleto el principio de a cada uno según su trabajo.


Según Gorz el ingreso ciudadano universal extrae el sentido más alto posible sobre el cual se abre la evolución presente. Hace aparecer la apropiación individual y colectiva del tiempo que ha quedado disponible como apuesta mayor, y la aptitud a la autonomía, la aptitud individual y social de sacar partido del tiempo disponible, de llenarlo de goce y de sentido, como virtud cardinal. Remite de entrada a esa otra sociedad que se diseña en la prolongación de las tendencias en obra. (p.101)

El término último, continúa Gorz, al que remite la asignación incondicional de un ingreso social de base es el de una sociedad donde la necesidad de trabajo no se hace sentir más como tal porque todos, desde la infancia, son solicitados por una abundancia de actividades diversas y llevados a ellas, donde los medios de producción y de autoproducción son accesibles a todos a toda hora, donde los intercambios lo son ante todo de conocimientos, no de mercancías, y ya no tienen necesidad de ser mediados por el dinero (p.102). El tiempo libre permite a los individuos desarrollar capacidades (de invención, de creación, de concepción, de intelección) que les confieren una productividad casi ilimitada. Ese “tiempo liberado para su propio desarrollo” es lo que permite tomar como fin el “libre desarrollo de las individualidades”, su “formación artística, científica, etcétera” (Marx). Y ese desarrollo libre de las individualidades es lo que reaparece en la producción como capacidad de crear una variedad ilimitada de riquezas con un gasto muy pequeño de tiempo y de energía.


El pleno desarrollo de las fuerzas productivas permite hacer de la producción una actividad accesoria. Hace del hecho de maximizar el tiempo disponible, y no ya la producción, el sentido y el fin inmanente de la razón económica. La verdadera economía lleva a la eliminación del trabajo como forma dominante de actividad y la reemplaza por la actividad personal. Esto es lo que hay que querer políticamente y volver tangible por medio de cambios realizables desde la actualidad.


1 Doctor en Ciencias Sociales y político mexicano, profesor-investigador de El Colegio de México. 2 Paidós, Buenos Aires, 1968. 3 Paidós, 1997.

4 “Perspectivas del movimiento internacional por el ingreso ciudadano” en Pablo Yanes (coord.) Derecho a la Existencia y libertad real para todos: Ingreso ciudadano universal, Universidad Autónoma de la Ciudad de México, 2007, pp.238-242.

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